CAPÍTULO TRECE. RECUERDOS QUE HACEN DAÑO

CAPÍTULO TRECE: RECUERDOS QUE HACEN DAÑO

Tenía la cabeza apoyada en el pecho de Logan. Un pecho duro que exudaba calor mientras subía y bajaba al compás de una respiración que la tranquilizaba. Sabía que no debía ser así, pues Logan tenía que hacer frente a sus propios demonios. Lo supo en el instante en el que él se aferró a ella como si fuera su tabla de salvación en aquel acantilado que ahora era de los dos. Lo sabía porque Logan la necesitaba lejos y cerca. A su lado pero guardando los secretos que temía desvelar. Un silencio compartido que los unía porque no se atrevían a mencionar en voz alta lo que cada uno guardaba para sí.

Se quedaron allí sentados cada uno sosteniéndose en el cuerpo del otro hasta que los primeros rayos del alba recordaron a Lola que fingir que era una adolescente independiente finalizaba al amanecer, justo cuando se iniciaba la jornada escolar.

La mano de Logan continuaba acariciando los mechones rebeldes que se dispersaban sobre su frente. Su pulgar trazaba círculos ardientes sobre la mejilla femenina en un acto de pura inercia. Mantenía los ojos fijos en el mar. Unos ojos azulados del color del oceano que oteaban el horizonte y evidenciaban que él estaba sumido en sus propios pensamientos. Lola tuvo que ladear la cabeza para recabar su atención. Los dedos de él se enroscaron en torno a un mechón sedoso antes de entornar los ojos para mirarla con una expresión anhelante y lejana. Lola no comprendía cómo podía exteriorizar un gesto distante y a la vez tan necesitado. Tenía claro que él marcaba las distancias, pero se le antojaba absurdo teniendo en cuenta que sus manos siempre se aferraban a ella.

Era incapaz de soltarla y ambos los sabían, pero fingir una actitud hostil quizá lo hiciera sentir más seguro.

─No preguntes cosas que no voy a responder ─le advirtió.

Él miró sus labios tras pronunciar aquellas palabras.

─No quiero que vuelvas a desaparecer otra vez.

Aferró la camiseta de él como si con aquel gesto pudiera acercarlo a ella para siempre. Logan sostuvo las muñecas femeninas y la respiración pesada de ambos se mezcló en un sonido ronco.

─No concedo explicaciones de mi vida a nadie ─repuso con tranquilidad. Esbozó una sonrisa ladina antes de pasar su pulgar por el labio inferior de ella─. Es mejor así.

Lola exhaló el aire que estaba conteniendo cuando él rozó su boca sobre los labios femeninos. Atontada por aquel gesto, colocó las manos sobre el pecho masculino en un intento por recobrar el poder sobre sí misma.

─No quiero explicaciones ─replicó. Su voz sonó más endurecida de lo normal, por lo que se granjeó una mirada curiosa de Logan─. Pero tampoco quiero que desaparezcas cuando me he acostumbrado a tenerte en mi vida.

Al intentar apartarse de él, Logan la atrapó entre sus brazos y colocó la barbilla sobre la cabeza de ella.

─Lola... ─besó la cabeza femenina, por lo que ella se revolvió enfurecida para alejarse de él. Con Lola un gesto de sincero cariño no funcionaría porque exigía respuestas. Respuestas que él no podía conceder porque ella exigía demasiado. Buscó con desesperación una manera de mantenerla a su lado─. No te puedo prometer que no me marcharé. No soy de los que prometen algo que saben que no pueden cumplir.

Ella suspiró. Logan aprovechó aquel instante de debilidad para sostener su rostro entre las manos y alzarlo para que lo mirara a la cara. Un par de ojos oscuros, limpios e inocentes le devolvieron una mirada cargada de desconfianza. Ella no quería sufrir porque ya estaba sufriendo por otro hombre. Logan sintió que la ira lo consumía, por lo que la apretó contra sí como si con aquel gesto pudiera tenerla para él. Solo para él.

─Entonces no desaparezcas como si nada ─musitó ella.

─¿Cómo si nada? ─preguntó sin entender a lo que se refería.

─Como si no me importara.

De un empujón trató de apartarlo, pero Logan fue más rápido y sostuvo su muñeca incapaz de dejarla marchar. Lola se mordió el labio inferior, avergonzada porque lo que acababa de decir la dejaba en evidencia.

─Si te vas a marchar otra vez, al menos avísame ─sugirió molesta. Puso los brazos en jarra, gesto que a Logan le resultó conmovedor─. No quiero pensar que te ha atropellado un camión, o que estás tirado en cualquier parte. Estás muy equivocado si crees que voy a quedarme tan tranquila cuando desapareces durante semanas sin avisar. No voy a esperarte con los brazos abiertos si te presentas por sorpresa. No funciona así.

Se colocó detrás de ella y la contempló impresionado.

─¿Quién es?

Lola cruzó los brazos y lo miró de reojo, por lo que Logan añadió:

─El hombre que te ha hecho tanto daño.

Se volvió aireada para responderle sin vacilar. No iba a negar lo evidente, pues ambos tenían sus propios temores.

─No voy a desvelarte mis secretos cuando tú no me desvelas los tuyos.

La atrapó entre sus brazos para robarle un beso que le supo a poco. Entonces, accedió a aquella boca acogedora para encontrar su lengua y acariciarla como tanto necesitaba. Lola accedió a aquel beso como si lo hubiera estado esperando tanto como él.

─Soy un maldito egoísta, Lola. Lo mejor para ti sería que me separara de ti. ─ella lo observó poco convencida, y Logan tuvo que forzar una sonrisa.

─Déjame que yo lo decida.

─Pero... ─él capturó su boca de nuevo. Cuando se separó de ella, pegó la frente a la suya y le habló sin vacilar─. No soy el segundo plato de nadie.

─Eres un estúpido.

Logan le lanzó el casco de la moto para que ella se lo colocara. A su espalda, Lola se aferró a su cintura con aquellas manos minúsculas que siempre estaban heladas. Sintió las palmas suaves buscando cobijo dentro de su camiseta, resguardándose en un calor que ella no sabía que provocaba porque a él lo excitaba tenerla tan cerca.

Cuando la dejó frente a su casa ya era de día. Lola le devolvió el casco y Logan la miró con calma. Entonces, ella rodeó su cuello y lo acercó a sus labios para darle un beso corto que él recibió con una sonrisa.

─No soy de las que juegan con nadie, pero tú eres de los que desaparece ─le dijo al oído. Entonces se separó de él y lo miró a los ojos─. Pero tienes una razón y siento que merece la pena descubrirla.

Lola se metió dentro de la casa mientras Logan observaba como se alejaba. Escucó el sonido del motor y subió a toda prisa las escaleras para cobijarse dentro de las sábanas de su cama instantes antes de que su madre abriera la puerta de su habitación. Se hizo la dormida cuando su madre le dio el beso de buenos días y le dijo que era hora de ir a clase.

Como de costumbre, se sentó al lado de su amiga Andrea. Desde el escritorio pegado a la pared, sintió que Álvaro no le quitaba la vista de encima. Estaba segura de que él se había percatado de su ausencia durante toda la noche, pero no fue hasta el final de clase que tuvo oportunidad de saberlo. Estaba a punto de salir de clase cuando él la detuvo al llamarla. Se encogió de hombros ante su amiga Andrea y rehízo el camino para plantarse frente a Álvaro.

─Cada día me sorprendes más, Lola ─le dijo, ofreciéndole una mirada atravesada.

Lola resopló y esperó con paciencia a que él le reprochara todo lo que sabía que se guardaba dentro.

─Ahora resulta que te escapas en mitad de la noche para reunirte con Valentino Rossi.

─¿Tan aburrido estás que sientes la necesidad de espiarme como si fueras Humbert Humbert en Lolita? ─le soltó con maldad.

A Álvaro se le descoyuntó la expresión.

─Te estás comportando como una niñata.

─Supongo que cada uno debe saber dónde está su lugar.

Se dirigió a la salida, pero Álvaro la agarró del brazo hasta sacudirla. Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

─Es la última vez que sales a las tantas de tu casa, ¿Me oyes?

─¿O si no qué? ¿Se lo dirás a mis padres? ─Álvaro apretó la mandíbula y la contempló enfurecido─. Seguro que estarían más interesados en saber que en tu tiempo libre te besas con tus alumnas.

─Sabes que eso no es así ─le reprochó con amargura. Lola forzó una sonrisa doblada, pese a que en su interior se sentía defraudada consigo misma─. Para mí eres más que una alumna.

Apretó los labios y quiso replicar con algo que lo dejara en evidencia, pero fue incapaz. Observó al hombre atormentado que la contemplaba decepcionado, por lo que se dio media vuelta y echó a andar de camino a su trabajo.

Menos mal que fregar platos y servir cafés la obligaba a olvidarse de todo.

***

Logan contempló la majestuosa mansión a pie de playa del hombre que le había arruinado la vida. Él tenía una vida. Tenía familia. Tenía todo lo que a él le había arrebatado.

Desde su posición, contempló que una mujer de mediana edad se dedicaba a regar las plantas dispersadas por el jardín delantero. De pronto, las palizas y las humillaciones recibidas en aquel orfanato en el que se había visto obligado a crecer le martillearon dentro de la cabeza. Las imágenes de las manos rasgándole la ropa vieja y prestada, y el cuerpo en posición fetal de un crío que sólo deseaba que los golpes cesaran.

Apretó los puños y se sacudió aquellas imágenes de la cabeza. Volvió a fijar la vista en aquella mujer de mediana edad. Era rubia, alta y parecía satisfecha de la vida que le había tocado vivir.

Clavó los ojos en la mansión y supo que pronto todo tendría sentido. Debía ser así, pues había pasado muchos años pensando en la venganza. Sobreviviendo a causa del odio. Nada ni nadie, ni siquiera Lola, podrían impedir que saboreara el dulce sabor de la venganza.

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