CAPÍTULO
CUATRO: ¡DESAPARECE PARA SIEMPRE!
Lola se quedó con
el pliego de papel sobre el regazo, el bolígrafo en la otra mano y
la certeza de que no sabía lo que responder. Tampoco comprendía por
qué Álvaro le había anotado la dirección de una cuenta fantasma
de correo electrónico. Si sus sentimientos hacia ella iban más allá
de lo que aparentaba en su tensa relación diaria, no tenía sentido
que se escondiera tras el anonimato que le ofrecía una carta en la
que declaraba abiertamente sentirse atraído por ella.
Pues era Álvaro
quien la había escrito, ¿No?
De hecho, tenía que
serlo. Lola deseaba que el autor de aquella misiva fuera Álvaro. Es
más, lo necesitaba.
La creencia de que
él estaba en el mismo punto que ella la reconfortaba, alejándola de
la visión de la cría patética que haría lo que fuera por ganarse
el amor de su profesor de literatura, pues ella quería serlo todo
para él. Quería dejar de ser la niña de diecisiete años para
convertirse en la mujer que le quitaba el sueño por las noches.
Al final, arrugó el
trozo de papel en blanco y se lo metió en el bolsillo, pues a la
mente solo se le venían palabras de agradecimiento bobaliconas que
poco conquistarían ─o impresionarían─ al autor de aquella
carta.
Decidió que, unas
horas más tarde y con la mente despejada, se sentaría frente al
ordenador para escribir un mail mientras escuchaba a 30 seconds to
Mars, que era su grupo de música favorito.
De camino a su casa,
recibió varios mensajes de texto de su amiga Andrea. Al leerlos,
Lola esbozó una sonrisa comedida, pues sabía que era afortunada al
contar con una amiga tan peculiar como la suya.
Cualquier otra amiga
se habría regodeado en su miseria, pero Andrea era la clase de
persona que se preocupaba por ella echándole las cosas a la cara. Le
recriminaba su actitud cobarde y lastimera, exigiéndole que se
comportara como una fiera si no quería perder el poco respeto que se
tenía hacia sí misma, y el que su amiga sentía por ella.
Al llegar a casa, el
coche de Álvaro se detuvo frente al paso de peatones. Lola sintió
el consabido fuego en el estómago, se puso nerviosa y trastabilló
con sus propios pies. Por suerte, pudo mantener el equilibrio por lo
que no quedó ante él como si fuera una tonta.
Lo saludó mientras
se acercaba a la ventanilla del conductor, que estaba abierta. Álvaro
tenía una pose muy masculina, con el brazo apoyado sobre la
ventanilla y las mangas de la camisa remangadas, de las que asomaba
un vello oscuro que poblaba los antebrazos.
Sobre los ojos
llevaba unas gafas de sol oscuras, lo que a ella no le impidió
sentir su mirada pesada sobre su cuerpo. Se inclinó sobre el coche,
pero no consiguió que él detuviera el motor del vehículo.
─Pensé que ya
estarías en tu casa ─la censuró, en cuanto la tuvo cerca.
Al parecer, le
encantaba extrapolar aquellas reprimendas incluso fuera del aula.
─No quería hacer
frente a las preguntas de mi madre ─le restó importancia
─Pero sí que has
sido capaz de pedirme que te dejara salir del instituto ─replicó
él, y a ella le dio la sensación de que estaba molesto consigo
mismo por haber accedido a su petición.
Lola se alejó de su
influjo, molesta por su réplica espontánea.
─Te recuerdo que
fuiste tú quien insistió en solucionar la situación a tu manera
─le soltó enfurecida.
Álvaro ni siquiera
se inmutó.
─Es mi obligación
como tutor, Lola ─le respondió con una calma peligrosa─. Huir no
soluciona las cosas.
─No estaba huyendo
─respondió con voz queda.
Él la miró por
encima de las gafas.
─¿Ah no? ─le
dedicó una mirada furibunda─. Puedo comprenderlo. A tu edad,
piensas que un mal rumor es lo peor que puede sucederte, pero no es
así.
Lola dio un respingo
ante la acusación, pero lo que más la afectó fue la ligereza con
la que él nombraba su edad con tal desapego, colocando un muro entre
ambos que a ella no le pasó desapercibido.
─El problema lo
tiene usted, profesor Aguado. Si la memoria no me falla, me exigió
que le diera una explicación como si tuviera motivos personales que
lo vincularan a mí ─lo atacó, sintiéndose tremendamente bien
ante esa pequeña victoria.
A Álvaro se le
descolocó la expresión, por lo que ella se encaminó hacia su casa
antes de que él le soltara una buena reprimenda.
─¡Lola! ─la
llamó cabreado.
Ella se detuvo con
los labios curvados en una sonrisa que se disipó en cuanto él
volvió a hablar.
─La próxima vez
se lo contaré a tus padres. Tómatelo como una advertencia ─le
soltó con dureza.
A pesar de que sabía
que él le había dicho eso para hacerle daño, y de que dudaba que
Álvaro se atreviera a hablar con sus padres, no pudo evitar apretar
los labios y sentirse muy dolida, pues nombrar a sus padres era la
mejor forma de hacerle saber que no era más que una niña a la que
jamás prestaría la clase de atención que un hombre prestaba a una
mujer.
No tuvo ánimo ni
fuerzas para ofrecerle una respuesta que estuviera a su altura, por
lo que se encaminó hacia su casa, abriendo la puerta con tanto
ímpetu que asustó a su hermano pequeño, a quien se le pasó el
susto en cuanto la vio.
─¡Hola nana! ─se
lanzó a sus brazos para que lo llenara de besos.
Qué curioso que
para su hermano ella fuera la persona adulta más influyente,
mientras que Álvaro la tomaba como una cría a la que no era
necesario tener en cuenta. Empezó a pensar que no era él quien
había escrito la carta, y una súbito temor se apoderó de su
cuerpo, por lo que prefirió no seguir pensando en ello.
Degustó el almuerzo
sin ganas, por lo que sus padres le dedicaron sendas miradas
curiosas, pues era inusual que no tuviera apetito a la hora del
almuerzo. Como cada mediodía, la temida pregunta llegó a la hora
del postre, esta vez de los labios de sus padres.
─Y bien hija, ¿Has
decidido qué es lo que quieres hacer con tu vida? ─insistió su
padre, por enésima vez.
Lola bufó, rehusó
continuar con el postre y se cruzó de brazos. Le fastidiaba que sus
padres no fueran como los de sus amigas, que se conformaban con que
sus hijos sacaran buenas notas, mientras esperaban a que todo lo
demás llegara por pura inercia. Pero en el fondo, Lola sentía una
angustia que no estaba dispuesta a admitir.
A esa peligrosa edad
que marcaba el sendero entre el joven y el adulto, ella aún no había
decidido lo que quería hacer con su vida.
Envidió a su amiga
Andrea, quien tenía tan clara su vocación de médico. Ella, por el
contrario, se encontraba en medio de ninguna parte; con notas
excelentes, eso sí, pero con una vocación tan abstracta que pensar
en su futuro se le antojaba desolador.
─Pues no tengo ni
idea ─admitió de mala gana.
─Pero Lola..., ya
deberías ir cavilando algunas opciones..., no digo que tengas que
decidirlo ya, pero sería bueno que al menos te lo pensaras ─replicó
su madre.
─Faltan más de
siete meses para la Selectividad, y sería una estupidez pensar en lo
que quiero hacer con mi vida cuando ni siquiera tengo la nota de mis
exámenes.
─Ambos sabemos que
tu rendimiento escolar no será un problema ─le dijo su padre con
suavidad.
Lola se levantó de
repente.
─¡Entonces no hay
nada de lo que preocuparse! ─soltó, alzando la voz más de lo
necesario.
Agobiada por el
interés desmedido ─aunque justificado─ de sus padres en lo
referente a su futuro, Lola se sentó frente al ordenador con la
intención de responder a aquella carta. Durante horas estuvo con la
cabeza apoyada en el escritorio, sin tener idea de lo que podía
responder.
Tras aquella
conversación, su futuro le resultaba tan deprimente que no podía
parar de pensar en otra cosa.
¿Qué es lo que
quería de la vida? ¿Qué se suponía que alguien como ella debía
exigir de la misma?
Al final, tras mucho
pensarlo, tuvo claro que sólo existía una cosa que de verdad
mereciera la pena. En esta vida, lo único que Lola quería era ser
feliz.
No le importaba la
profesión, el lugar, el jefe o la carrera universitaria. De hecho,
no estaba segura de querer continuar con los estudios, pues siempre
se había comportado como la hija modélica de la que sus padres
pudieran estar orgullosos, más porque era lo que tenía que hacer y
lo que se esperaba de ella que porque en realidad fuera lo que ella
quería, o peor aún, lo que necesitaba.
Sus padres le
exigían una y otra vez que pensara en su futuro, por lo que comenzó
a hacerlo. Y lo hizo no con las exigencias de ser alguien de provecho
de la que sentirse orgullosos, sino con la premisa de ser alguien que
se sintiera orgullosa de sí misma.
Se sintió
emocionada ante la perspectiva, por lo que comenzó a escribir aquel
email con un entusiasmo renovado. Antes de enviarlo a la dirección
establecida, lo leyó una última vez.
Para:
anonimo_x@mail.com
Asunto: dime quién
eres
Hora: 14:35
Querido Qué más da;
Puede que creas que me
conoces lo suficiente para escribirme una carta parafraseando mi
libro favorito como el que no quiere la cosa, e incluso que hablando
de luces y sombras pienses que aquello puede infundirme algo de
curiosidad; pues bien, ya que me muevo por impulsos te diré que lo
has conseguido. Leo tu carta ─eso de utilizar una caligrafía de un
siglo en el que yo ni siquiera había nacido es hacer trampa─, y me
invade la curiosidad. Así que Sí más da. Cámbiate el
nombre, o dime quién eres. Tú eliges.
Fdo;
Lola.
Fingiendo ante sí
misma que la respuesta no le importaba, y que aquello no era más que
un juego para paliar su aburrimiento, encendió su Ipod y tarareó en
voz alta Hurricane, de 30 Seconds to Mars.
No
matter how many times
that you told me you wanted to leave
No matter how many breaths
that you took, but still couldn't breathe
No matter how many nights
did you lie wide awake to
the sound of pausing rain
Where did you go?
Where did you go?
Where did you go?
(Heart beat, a heart beat,
I need a heart beat a heart.
that you told me you wanted to leave
No matter how many breaths
that you took, but still couldn't breathe
No matter how many nights
did you lie wide awake to
the sound of pausing rain
Where did you go?
Where did you go?
Where did you go?
(Heart beat, a heart beat,
I need a heart beat a heart.
Cogió su teléfono
móvil como si se tratara de un micrófono y cantó a grito pelado,
desatada por la emoción. Le encantaba aquella canción, la
abochornaba su horrible voz, pero tenía la puerta cerrada, por lo
que nadie podía oirla.
Pero entonces...
─¿Lola? ─escuchó
la inconfundible voz perpleja de Álvaro, seguida de una risa grave.
Asustada, miró a
uno y otro lado de la habitación, hasta que alcanzó a atisbar por
la ventana de su habitación, que daba justo al salón de la casa de
Álvaro. Lo encontró con el teléfono móvil pegado a la oreja, los
labios curvados en una sonrisa y la mirada enfocada en ella.
¡Había llamado al
teléfono de Álvaro sin querer!
─Gracias por la
audición, ¿Cuánto te debo por el concierto privado? ─le dijo por
el teléfono, sin dejar de mirarla a los ojos.
Lola quiso llorar de
vergüenza. Él, por el contrario, parecía estar pasándoselo en
grande.
─Esto...esto...
─quiso soltar algo elocuente, pero no pudo.
Se percató de que
Álvaro era tan atractivo de lejos como de cerca, por lo que maldijo
y agradeció al mismo tiempo vivir a su lado.
─¿Ahora se supone
que tengo que pedir otra? ─soltó, partiéndose de risa.
─Ja, ja ─ella lo
fulminó con la mirada, colgó el teléfono y bajó la persiana de su
ventana para no volver a verlo.
Acalorada por el
bochorno, se dejó caer en la cama con los brazos extendidos y la
certeza de que no volvería a salir de su casa hasta que se olvidara
de lo ocurrido, pero a los pocos minutos, recibió un nuevo correo
electrónico que la incorporó con ansiedad. Leyó la respuesta, más
bien la devoró, y sintió que por primera vez desde el verano todo
comenzaba a tener sentido.
Para:
Lolaalcazar@mail.com
Asunto:
REdimequiéneres
Hora: 15:30
Querida Lola,
Si pudiera elegir,
querría un beso. Uno de los que se dan sin pedir permiso, pues las
cosas que merecen la pena se cogen sin hacerlo. No voy a presentarme;
si fueras una chica lista ─y pensaba que lo eras─ habrías
adivinado quién soy.
¿Quieres una pista?
Responde a esta carta.
Fdo;
El que te roba la
concentración en las clases de literatura.
¡En
las clases de literatura!
Lola
comenzó a saltar en la cama hasta que los muelles de su colchón
sufrieron su alegría.
¡Álvaro,
era Álvaro!
Por
supuesto que era él.
Podía
fingir..., pero por mucho que lo intentara, él sentía lo mismo por
ella, o al menos, se sentía lo suficiente atraído como para
escribirle aquellas cartas.
Estaba
tan contenta, que respondió al mensaje de su amiga Andrea en el que
la invitaba a salir aquella misma noche. Poco le importaba el resto,
pues Álvaro era quien le escribía aquellas cartas, y eso,
definitivamente, tenía que significar algo, ¿No?
***
Lola
observó con recelo la fachada de aquel pub catalogado para mayores
de edad. Al final, sacudió la cabeza, sostuvo a su amiga del brazo
como la chica cabal que era y se negó a acompañarla dentro.
─Se
suponía que íbamos a tomar un helado ─la censuró.
Andrea
puso los ojos en blanco, le guiñó un ojo al portero y arrastró a
su amiga consigo.
─No
seas aguafiestas, Lola. Sólo quiero animarte, porque después de lo
sucedido esta mañana, pensé que lo necesitabas.
─Te
aseguro que ya estoy mejor ─desdeñó su oferta.
─Claro
que lo estás. El profesor Aguado le ha echado la bronca a Vanesa
delante de toda la clase, y ella se ha echado a llorar. He de admitir
que eres una chivatilla con buena suerte, porque Vanesa ha asegurado
delante de toda la clase que se lo inventó todo, aunque claro, nadie
es capaz de soportar la mirada del profesor Aguado sin derrumbarse.
Creo que es el hombre más estricto que he conocido en mi vida.
─No
era mi intención, no soy una chivata... ─replicó un tanto
ofendida, pese a que estaba agradecida de que Álvaro hubiera
manejado la situación con mano de hierro, pues temía que su
intervención empeorara la situación y la convirtiera en la
pusilánime de la clase.
─¡Qué
más da! Esa peliteñida se lo merecía ─insistió con
despreocupación, volviendo a arrastrar a su amiga hacia la entrada
del pub.
─Si
nos piden el carnet de identidad, me moriré de vergüenza.
─¡Anda
ya! Aquí no nos conoce nadie...
Andrea
se plantó delante del portero, se sacudió su melena rubia y le
ofreció una mirada de gata que le abrió las puertas de aquel pub,
aunque Lola se temió que su generoso escote había tenido mucho que
ver en ello.
─¿Ves?
─le dijo con suficiencia.
Se
colocaron en una mesita cercana a la barra, donde Lola se pidió una
cerveza ante la insistencia de Andrea, pese a que se mojó los labios
con aquella asquerosa bebida que olía sospechosamente a pipí.
─¿No
vas a hablarme del chico que te tiene enamorada?
Lola
se atragantó con su propia saliva ante aquella pregunta tan directa
y acertada.
─No
sé de qué me hablas ─respondió, rehusando devolverle aquella
mirada bajo dos cejas arqueadas e inquisitivas.
─¡Venga
ya, Lola! Te conozco, y has dejado de ser la amiga alegre a la que
estoy acostumbrada. Estás todo el puñetero día con la cabeza en
otra parte, pero si no me lo quieres contar...
─Hablar
de amor son palabras mayores.
Andrea
se acabó la cerveza de un trago.
─Llámalo
como quieras ─sentenció, un tanto ofendida. La cogió del brazo y
la llevó hacia la minúscula pista de baile─. Si no me lo quieres
contar, allá tú.
Lola
suspiró, se movió un poco y apenas bailó. Por el rabillo del ojo,
electrizada sin poder evitarlo, visualizó la figura inconfundible de
Álvaro, quien se sentó frente a la barra con una bebida en la mano.
Poco le importó que Andrea estuviera allí con ella, y estuvo a
punto de acercarse a él cuando vio que estaba muy bien acompañado
por una mujer alta, morena y de un atractivo que la empequeñeció de
una patada al orgullo adolescente.
Andrea
saltó sobre ella, comenzó a reírse y señaló sin disimular a la
pareja, más pegada de lo que Lola podía soportar. Pese a que quería
fingir que no le sucedía nada, los ojos comenzaron a picarle.
─¡Pero
si es el profesor Aguado! Ese pincha seguro...¡Mira la morena, se lo
quiere comer de un bocado!
Su
amiga le hizo daño con aquellas palabras, por lo que Lola fingió
una sonrisa forzada. Se esforzó en disimular que todo andaba bien;
alzó los brazos, echó la cabeza hacia atrás y comenzó a mover el
cuerpo al ritmo de la música.
No
quería estar enamorada de él.
Deseaba
que desapareciera para siempre.
Ojalá
no hubiera contestado a aquel estúpido mail que ahora le quemaba la
conciencia.
Se
llamó idiota a sí misma mientras bailaba. Odió a Álvaro por
hacerle daño, al parecer a propósito. Sintió el fuego de unas
manos masculinas que le recorrieron todo el cuerpo, pero poco le
importó. Se odió a sí misma por desear que fuera él quien la
tocara como hacía aquel extraño. Por ser tan débil, tan ingenua,
tan...
Sintió
que los ojos de él estaban fijos en ella, por lo que abrió los
suyos para encontrarse con la mirada dura de Álvaro, quien parecía
querer abofetearla desde la distascia, a pesar de que no movía
ningún músculo. Se percató de la mano femenina que vagaba por el
interior del muslo masculino; de los ojos de él, calcinando al
extraño que la tocaba. Se apartó incómoda, siguió bailando; pese
a que muchos hombres se arremolinaban en torno a ella y su amiga.
Sonrió, fingió una sonrisa de la loba que no era, pues ardía en
deseos de ponerlo celoso, o peor aún, de hacerle tanto daño como él
que él le causaba al exponerse junto a otra mujer, delante de sus
narices.
Álvaro
se levantó de improviso, ignoró a la mujer que le hablaba, y Lola
tuvo la sensación de que él iba a acercarse hacia ella para
agarrarla de los brazos y sacarla a rastras de aquel lugar, pero no
lo hizo. Con el cuerpo tenso y el rostro enfurecido, se acercó hacia
uno de los porteros del pub, le susurró algo al oído y la señaló
sin lugar a dudas. A los pocos segundos, el portero se acercó hacia
las dos amigas, pero Lola no pudo quitarle el ojo de encima a Álvaro,
ni él a ella tampoco.
─Señoritas,
tienen que abandonar la sala ─les comunicó con educación.
Lola
asintió sin inmutarse, se colocó el abrigo y echó a correr hacia
la salida. Andrea, como era de esperar, comenzó a discutir
acaloradamente con el portero. Lola, por su parte, quiso agarrar a su
amiga para sacarla de allí, pero en un arrebato poco usual en ella,
se acercó hacia Álvaro, quien la asesinó con la mirada.
─¿Se
puede saber qué haces aquí? ─le espetó, con la mandíbula
apretada─. Vete de aquí. Ahora.
Lola
le soltó un empujón, sin importarle que cualquier otra persona
pudiera percatarse de ello.
─¡Ojalá
no te hubiera conocido! Hazme un favor. Desaparece de mi vida para
siempre, ¿Me oyes? ─lo zarandeó de la camisa, por lo que él
retrocedió para sostenerla por los hombros, pidiéndole a gritos que
se calmara. Pero no podía. La rabia, el dolor y los celos se habían
apoderado de ella─. ¡Eres la peor persona que he conocido en mi
vida! Te odio..., joder...te odio.
Álvaro
intentó retenerla sosteniéndola contra su cuerpo. Le susurró
palabras a su oído que ella fue incapaz de escuchar, pues siguió
gritando, insultándolo; hasta que se hizo tanto daño a sí misma
que echó a correr hacia la calle desierta y oscura.
Con
los ojos anegados de lágrimas, no se detuvo hasta que sintió que el
corazón se le desbocaba del pecho.
***
Logan
Tylor sabía que la vida dolía, y si no que se lo dijeran a él.
Toda la maldita vida huyendo. La infancia, la adolescencia..., hasta
que su madre...; prefería no pensar en ello, pues la rabia lo
consumía; lo cegaba como aquel día en el que decidió robar aquel
abrecartas en un ataque de poca lucidez.
No iba
a permitir que ninguna persona, ni siquiera aquella chiquilla que se
creía mejor que nadie, le estropeara los planes por los que había
viajado hasta España, pues la venganza era lo único que lo mantenía
con vida. La única razón por la que merecía la pena vivir.
Tenía
la carta, la dirección de aquel al que llamaban Señor X, y se
sentía como un lobo en busca de su presa, cada vez más cerca. Podía
olerlo, y por primera vez en demasiado tiempo las cosas comenzaban a
tener un poco de sentido.
No le
había costado convencer a aquel hombre vestido de romano. De hecho,
un par de amenazas y un puñetazo en el estómago habían surtido el
efecto deseado para que aquel desgraciado le dejara la dirección
deseada.
¿Tendría
el valor necesario para hacerle una visita? Por supuesto. De hecho,
no le cabía la menor duda.
Caminó
con las manos en los bolsillos hacia la casa de su tío, quien era
otro hueso duro de roer. Si el viejo pensaba que le había hecho una
visita por una vieja rencilla familiar, estaba equivocado. Poco le
importaba la frialdad y los planes absurdos que hubiera trazado para
su futuro.
Logan
Taylor solo tenía presente. Lo demás sobraba.
Entonces
la vio, y por un instante, deseó esconderse en una esquina para
dejarr que ella continuara con su camino, pero no pudo permitirlo.
Fue como percibir una ráfaga de luz en toda aquella oscuridad que lo
rodeaba. Algo que merecía la pena, a pesar de que él deseaba que no
fuera así.
Se
acordaba del café caliente sobre su cara. Que la chiquilla tenía
coraje no se podía negar; pero se preguntó si seguiría teniendo la
misma entereza cuando él abriera sus muslos y la embistiera unas
cuantas veces.
Por
mucho que escondiera la cabeza bajo aquella capucha ordinaria, Logan
la reconoció de inmediato. Detestó que llorara, y odió de
inmediato a la persona que le hubiera provocado aquellas lágrimas.
Se
apoyó sobre la pared con los brazos cruzados, esperando a que ella
llegara a su altura. A pocos metros de él, ella alzó la cabeza,
como si acaso pudiera percibir su presencia. Primero vino el
desconcierto inicial, seguido de una frente arrugada, hasta que ladeó
la cabeza, con toda seguridad molesta porque él acabara de
descubrirla llorando. Se limpió las lágrimas con el dorso de la
manga, y le habló sin sostenerle la mirada.
─¿Me
estás siguiendo? ─gruñó, con la voz áspera por las lágrimas.
A
Logan aquella pregunta le hizo bastante gracia.
─No
te des tanta importancia ─le sugirió, se acercó hacia ella,
rodeándola para darle un vistazo descarado que no se esforzó en
disimular.
Lo
cierto es que aquella chica le producía bastante curiosidad.
─Qué
casualidad que nos hayamos encontrado tres veces en una ciudad tan
grande ─soltó muy ufana, alzando la barbilla para encararlo.
Logan
le dedicó una sonrisa sibilina.
─Caperucita,
tienes una alta opinión sobre ti misma, pero no te preocupes, puedo
bajarte los humos en cualquier momento ─le advirtió, acercándose
hacia ella.
Lola
empezó a jadear, pues ya sabía lo que sucedía cada vez que lo
tenía demasiado cerca, como en ese preciso momento.
─¿Con
un beso asqueroso? Curiosa manera de darme una lección.
Logan
se inclinó hacia ella para acariciarle el cuello con los labios.
─¿Asqueroso?
─replicó, en tono apremiante─. Qué mentirosa eres.
─Yo
siempre digo la verdad ─replicó, ladeando la cabeza para tenerlo
de frente.
Logan
atrapó una lágrima resbaladiza que humedecía su mejilla.
─No
soporto que nadie llore delante de mí ─le dijo, en un intento de
que ella cesara.
Lola
rehusó volver a mirarlo.
─Pues
vete. No te he pedido que me mires.
─Mirarte
es muy interesante ─la provocó.
Eso la
hizo sonreír un poco.
─¿A
donde vas? ─al no obtener respuesta, añadió─: hay muchos lobos
solitarios en busca de una caperucita a estas horas de la noche.
Lola
resopló para luego asesinarlo con la mirada.
─Qué
gracioso ─siseó─. Ya sé que no te importa, pero quiero que
sepas que he sido el hazmereir de toda mi clase por tu culpa. Merezco
una disculpa.
─¿Y
por qué no iba a importarme? ─preguntó con voz suave.
─¿Te
importa?
─No.
Él se
encogió de hombros, y Lola siguió su camino. A él le dio la
impresión de que aquella chica estaba enfadada con el mundo, y quiso
gritarle que él sí que tenía motivos para estarlo.
La
siguió sin poder evitarlo, hasta que se colocó a su altura.
─A
ti tampoco debería importarte lo que digan un atajo de desconocidos
─apuntó, pues sabía de lo que hablaba.
─No
quiero que me sigas ─determinó de mal humor.
Logan
le dedicó una mirada cargada de frialdad.
─No
te estoy siguiendo, pero me estoy empezando a preocupar ─al captar
la atención de ella, él añadió─: parece que me persigues, y no
quiero nada serio contigo.
Lola
bufó, se arremolinó dentro de su sudadera y ni siquiera lo miró
antes de hablar.
─¿Esa
táctica te funciona para ligar con alguien? ─le espetó de mal
humor.
─No
sabía que estuviera intentando ligar contigo ─respondió,
torciendo en una esquina, pues se le habían quitado las ganas de
continuar junto a ella─. ¿Sabes? Te das demasiada importancia para
ser alguien que sólo me serviría para pasar un buen rato.
Ella
abrió la boca, pero la cerró de pronto.
─O
puede que ni siquiera eso ─añadió para hacerle daño, antes de
continuar su camino.
Ella
lo vio marchar, como un lobo solitario que era tragado por la noche.
Deseó no volver a encontrárselo de nuevo, pues parecía la clase de
chico problemático que solo funcionaba en las películas de amor
adolescente.
No,
ella no quería volver a escuchar la palabra amor. Ni decirla en voz
alta. Ni mencionarla por casualidad. Ni sentirla.
CONTINUARÁ...EL LUNES!!
¿Qué os ha parecido?
Wow! No puede ser que nos dejes siempre así,,, con las ganas de mas!!! Que buena escritora!! Ah esperar con ansia el lunes!!! :D Y ojala que sea Logan el que gané su corazón y cambie por ellaa! <3
ResponderEliminar¡Gracias! el lunes un nuevo capítulo. besos!!!
EliminarQuiero massssss... Lo se siempre te pido lo mismo... Pero es que se me hacen cortossssss.... Me encanta logan!!! Quiero mas cartas.. De quien seran??? Tengo mis sospechas.... Alvaró esta coladito por ella... No pensáis eso???? Chloe queremos mas jajajajaja...
ResponderEliminarÁlvaro puede que esté coladito por ella, o puede que no...pero lo cierto es que últimamente se está portando muy mal con la pobre Lola :(
Eliminarel lunes más! besosssssss!
Ya????Ufff yo si creo qe es Alvaro ya no,me encanta,qe pasara,qien sera el tipox???
ResponderEliminarque conste que estoy haciendo los capítulos más largos jajajajaj para el lunes nuevo capítulo que creo que os sorprenderá. besos!
EliminarVamos a ver vamos a ver ...pobre mi lola pero k le pasa alvaro xk a logan lo entiendo bueno creo k me decanto x logan xk alvaro solo le hara sufrir y sufrir oye y cuando escel cumpleaños de lola jijiji con 18 cambiarian las cosas 😜😍😍
ResponderEliminarjajajajaja faltan unos meses para el cumple de Lola :D si fuera tan pronto se solucionarían muchas cosas...o tal vez no jijiji
Eliminarayyyy noo estas castigada el lunes capitulo doble !!!! que corto se me haceee Pero que le pasa a Alvaro.. parece que será él el de las cartas... porque es el verdad?? jajajaja ahí hay una tensión sexual no resuelta en toda regla así que cumpla los 18 años ya y lo arreglen jajajajaja :)
ResponderEliminarjajajajajjajajajaja le quedan meses para cumplir los dieciocho! :D
EliminarMuy buen capitulo, me gusto eso de la cancion se le marco al profesor. .. y eso del muy desgraciado le fue a decir al portero q las saque de pub... hay Alvaro te vas a quemar.
ResponderEliminarEso logan con su pinta de chico malo... me recuerdo de H....
Espero con ansias el próximo capítulo.
Estan de lujo.
aaayy Alvaro está jugando con fuego.. veremos a ver qué pasa con él jeje
EliminarNo puede seeeer, ay! hasta el lunes de nuevo... corto el capitulo y larga la espera *me pongo dramática* Ahora si que no sé de quien son las cartas, espero más pistas!
ResponderEliminarMuuuak
hasta el luness!!!
EliminarGenial, me encanto este capitulo, ya quiero que sea Lunes!!!!
ResponderEliminarhasta el lunes! besoss
EliminarMe encanto pero me parecio corto jijiji....soy pesadita pero kiero más.....la pobre a esa edad y ya sufriendo por el profe....ese se kemara...o de ti no se k esperar jajajjaja....besotes guapa
ResponderEliminarjajaja esta historia va a dar muchas sorpresas :) besosss
EliminarHolaaa!!! Que le pasa Alvaro?? Por que estan cruel?? Pobre Lola tiene muy mala suerte , Logan me encanta me hace mucha gracia y creo que es lo que necesita Lola un soplo de aire fresco.
ResponderEliminarMe a gustado mucho el capitulo deseando que llegue el lunes besotes.
Álvaro es cruel.. aunque tiene motivos para ser como es. Logan es distinto pero los dos han sufrido mucho. Ya se irá viendo poco a poco jeje
EliminarRecién tengo tiempo de ponerme al día con esta historia, lo bueno es que me dí un atracón de Lola, lo malo que me supo a poco. Muro por saber de quién es la carta!!! Me mata la intriga de saber el pasado de Logan y quiero sacudir a Alvaro para que reconozca cuanto ama a Lola!! En fin, no veo las horas que sea jueves!!
ResponderEliminargracias por tu comentario!!! Jueves doble capítulo :)
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