CAPÍTULO CINCO:
REBELDÍA
Andrea estaba demasiado
cabreada con Lola como para dirigirle la palabra en la clase del día
siguiente. No sólo el hecho de que su amiga le ocultara algo la
ofendía, sino que además se había atrevido a largarse de aquel pub
cuando ella trataba de disuadir al portero de que no las echara del
lugar como si fueran un par de gamberras
¿Por qué su amiga se
comportaba de una forma tan rara? ¿Dónde estaba la Lola
dicharachera que era el alma de las fiestas y siempre tenía una
sonrisa para todo el mundo?
Durante el verano que
Andrea había pasado en Londres perfeccionando su inglés, algo lo
suficiente grave debía de haberle sucedido a su amiga como para que
su estado de ánimo resultara tan deprimente.
Se empeñaba en quedarse
encerrada en casa todas las tardes, apenas prestaba atención en
clase, no mostraba entusiasmo por nada en particular...
La había notado rara
durante las llamadas telefónicas que compartieron el pasado verano,
pero había supuesto que no eran más que elucubraciones suyas
afectadas por la distancia que las separaba, hasta que regresó de su
verano en Londres para encontrarse a una Lola muy distinta que nada
tenía que ver con la amiga alegre que había dejado en España meses
atrás.
Estaba claro que el amor
le había jugado una mala pasada a su amiga; ¿Pero quién era el
culpable?
Echó un vistazo rápido a
sus compañeros de clase, y se encontró con un amplio catálogo de
acné, sudoración que necesitaba duchas de agua y jabón, y móviles
que vibraban en los bolsillos. Estaba segura de que ninguno de
aquellos cromañones era el rompecorazones que traía a Lola de
cabeza, pues no tenía ningún sentido que su amiga ─a la que tenía
por una chica cabal y muy centrada─ se hubiera quedado pillada de
uno de ellos.
Suspiró y trató de
prestar atención al profesor Aguado, quien explicaba el análisis
sintáctico como si fuera la octava maravilla del mundo. Aquel tipo
podía ser atractivo, hacer babear al resto de las alumnas y dar la
impresión de que en la pernera de los pantalones guardaba mucha
experiencia, pero a Andrea le resultaba la clase de intelectual
pedante y desabrido en el que nunca se hubiera fijado.
Se acordó de Michael,
aquel inglés pelirrojo y desgarbado que había conocido en Londres.
Suspiró y echó un vistazo a su teléfono móvil. Desde que se
habían conocido, un flechazo los había unido de manera
irremediable.
A ella, la misma que no
creía en el amor a primera vista, y a la que ahora le robaba el
sueño un inglés delgaducho pero de gran labia.
Michael la hacía reír,
era cariñoso y tenía mucha paciencia, cualidad que era necesaria
para lidiar con su carácter desatado y a veces impredecible. Lo
echaba tanto de menos...
Ambos se habían prometido
que no mantendrían una relación más allá de la amistad, pues
ninguno de los dos creía en la distancia. Entonces, la razón de por
qué se enviaban aquellos mensajes tan cariñosos se le escapaba.
Estaba colada por Michael,
y era lo suficiente lista para saber que él estaba pillado por ella,
pero le daba pavor que él pudiera fijarse en otra, por lo que se
había empeñado en establecer la suya como una relación basada en
la amistad.
Sí, la amistad y el deseo
de meterle mano en cuanto lo tuviera delante.
I miss you
Recibió
aquel mensaje breve como si fuera la declaración de amor más bonita
que, a sus diecisiete años, cualquier chica pudiera desear. Tres
palabras que la hicieron estremecerse y soltar un suspiro de
ensoñación.
Aburrida
por la clase del profesor Aguado, se apresuró a teclear un respuesta
rápida con la que responderle.
Me too
¡Benditas
clases de inglés que sus padres le habían pagado y que ella había
osado odiar en voz alta!
Una
mano masculina le arrebató el teléfono móvil de un manotazo.
Andrea estuvo a punto de gritar, hasta que descubrió que aquella
desagradable mano compuesta por cinco dedos asquerosos que deseó
rebanar con un cuchillo jamonero era la del puñetero profesor
Aguado, quien le dedicó una mirada triunfal que ella recibió con
los brazos en jarras.
─I
miss you...me too ─osó leer en voz alta, granjeándose la
carcajada general de toda la clase. Andrea se encogió de hombros,
pues era lo suficiente desvergonzada como para que lo que opinaran un
atajo de adolescentes aburridos por la literatura española pudiera
afectarle lo más mínimo─. Me alegro de que le vaya tan bien en el
tema amoroso, Andrea. ¿Tiene pensando invitarme a la boda?
Más
risas.
Refunfuñó
por lo bajo, pues sabía que granjearse la antipatía del profesor
Aguado teniendo en cuenta sus bajas notas sería un suicidio escolar.
Por el rabillo del ojo, contempló que Lola asesinaba con la mirada
al profesor, como si a su amiga la afectara aquella burla más que a
sí misma. De hecho, conocía de sobra a su amiga como para saber que
era una chica de lo más sensible.
No le
dio tiempo a ofrecerle una mirada que quería decir: “me importa
una mierda lo que diga el memo de literatura”, pues Lola soltó en
voz alta:
─Pensé
que estábamos en clase de español, y no de inglés, profesor.
A
Andrea se le descompuso la expresión ante aquel comentario
descarado, y un montón de cabezas, junto con la suya, se giraron
para contemplar la expresión del profesor Aguado, a quien se le
oscurecieron los ojos y daba miedo de lo tenso que estaba.
─Haré
como que no he escuchado su comentario y continuaré con la lección
─concedió Álvaro.
Andrea
asintió tratando de relajarse, mientras contemplaba el rostro
aireado de su amiga.
¿Qué
demonios le había picado a la dulce Lola?
─Además
de políglota es sordo.
Andrea
se tapó la boca con las dos manos, como si con aquel gesto pudiera
callar el comentario de su amiga, que al igual que a ella, había
dejado al resto de la clase con la boca abierta, y al profesor Aguado
con dos palmos de narices y cara de imbécil.
─Salga
de clase. Ahora.
Lola
se levantó con una sonrisa chulesca, como si hubiera conseguido lo
que estaba buscando.
─Parece
portero de discoteca, profesor ─continuó.
Andrea
trató de captar la atención de su amiga, rogándole en silencio que
fuera lo que fuera que estuviera haciendo, se detuviera de inmediato.
Pero no lo consiguió, y tuvo la impresión de que a su amiga se le
había ido la cabeza.
El
profesor Aguado le devolvió su teléfono móvil con un gesto seco
antes de hundir las manos en el antebrazo de Lola y arrastrarla hacia
el pasillo, cerrando la puerta de la clase de un sonoro portazo.
Todos sus compañeros, incluida ella, corrieron hacia la ventana de
la puerta para cotillear lo que sucedía en el exterior, pero
lamentablemente, el profesor Aguado había decidido que aquella
conversación merecía discutirse en la privacidad que le confería
su despacho.
***
Lola
contempló a Álvaro y supo que se había equivocado, lo que no le
impidió continuar en sus trece. Si él estaba cabreado ─no dudaba
que lo estuviera─, ella lo estaba mucho más.
Le había escrito un par
de cartas melosas para luego dejarla en ridículo en medio de aquel
pub, pues no se había conformado con manosear a aquella morena
voluptuosa delante de sus narices, sino que además, se había
atrevido a humillarla en público pidiéndole al portero que la
sacara de aquel local.
¡Maldito fuera Álvaro
por tratarla de aquella manera, y maldita fuera ella por creer que
tenía alguna oportunidad!
Maldita. Más que maldita
por quererlo todavía. Por ansiarlo como si fuera suyo. Por...
─Si me tienes que decir
algo, que sea en privado y no delante de toda la clase ─le exigió
él.
Caminó hacia el
escritorio, apoyó las palmas de las manos sobre la mesa, y en
aquella postura que a ella la hizo arder, exhaló un suspiro ronco.
Pesado. Caliente.
─Yo a ti no te tengo que
decir nada, porterucho de discoteca ─lo insultó aireada.
Si trataba de demostrarle
que no era una niñata, no lo estaba consiguiendo.
Él ladeó la cabeza para
fulminarla con la mirada.
─Que sea la última vez
que me insultas ─le advirtió con una calma peligrosa.
─Anoche fuiste tú quien
me insultó y aún no te has disculpado.
─Anoche te puse en tu
lugar, y volveré a hacerlo si te pasas de lista.
Con el puño cerrado,
golpeó el escritorio como si quisiera afianzar sus palabras. Lola
cerró los ojos por la sorpresa del golpe, y cuando los abrió, se
encontró con su expresión agitada. Acababa de desatar a la bestia.
─¿Y cuál es mi lugar?
─lo retó, dando un paso hacia él.
Álvaro se irguió hasta
dejarla a la altura de sus hombros.
─¿Qué es lo que
quieres de mí, Lola? ─exigió saber. La voz le tembló un poco, lo
que a Lola le otorgó la creencia de que no le era tan indiferente
como pretendía hacerle pensar.
─Eso ya lo sabes
─respondió con valentía.
Álvaro la miró de una
manera extraña que no supo desentrañar, pero intuyó que le dolía.
Le dolía, necesitaba más y le gustaba demasiado. Fue como si
aquella mirada debiera acompañarse de una caricia que no llegó
porque les estaba prohibida. Porque él se empeñaba en poner
distancia entre los dos.
Rodeó su escritorio,
escribió algo en un papel y caminó hacia ella para entregárselo en
la mano. Los dedos de él quemaron sobre los suyos.
─Quedas expulsada del
instituto durante una semana ─le espetó.
Se quedó atónita, sin
ser capaz de reaccionar durante unos segundos. Quiso mirar el papel,
pero le tembló la barbilla y lo miró a él. Siempre lo miraba a él.
Y como si con aquella
frase no le hubiera hecho el daño suficiente, añadió con voz dura:
─Que te lo firmen tus
padres.
Le dio un empujón que
terminó por sacarlo de sus casillas.
─Eres un cerdo.
Álvaro soltó algo así
como un gruñido, la empujó contra la pared y la sostuvo contra su
cuerpo. Los ojos le llamearon cuando le repasó todo el cuerpo con
detalle. Todo. Absolutamente todo. Los pies, las piernas, los muslos,
el vientre...deteniéndose sobre sus pechos hasta que los ojos se le
oscurecieron, en una mirada que la hizo arder. Sintió que el nudo de
su garganta subía y bajaba con dificultad, mientras le sostenía
las muñecas hasta hacerle daño. Entonces alzó la cabeza para
mirarla a la cara.
─Vas a hacer que me
despidan ─la culpó desesperado. Su voz sonó ronca; tremendamente
masculina.
Soltó sus muñecas,
despegándose de ella para luego alejarse de regreso a su escritorio,
como si se maldijera a sí mismo por haber perdido las formas. Se
pasó la mano por el cabello, la miró de una manera distante y, por
un instante, repasó el rostro de aquella mujer rubia que tenía
sobre su escritorio, junto a la que aparecía abrazado en aquella
fotografía que denotaba cariño.
La clase de cariño que a
ella era incapaz de darle...
Fue lo último que vio,
pues salió del despacho con aquella nota que debían firmar sus
padres.
***
Logan Taylor permaneció
en la misma cafetería en la que había descubierto a aquella pequeña
engreída. Con una cerveza en la mano, el cuerpo apoyado en la barra
y la moto aparcada en la acera.
La primera vez que llegó
a ese lugar no había ido con la intención de verla. De hecho, había
pasado por allí por casualidad. Prefirió no recordar lo que
continuó a aquel inesperado encuentro, pero se vio a sí mismo con
la cara y el pelo empapado por un café caliente.
Joder.
Era engreída, orgullosa,
y la clase de chiquilla que él tanto detestaba. Con toda seguridad,
una estudiante aplicada que vivía en una preciosa casita, tenía
unos padres sobreprotectores y algún pretendiente bastante pardillo.
La chica que lo estaba
volviendo loco, por mucho que le pesara.
─Ha sido una sorpresa
verte por aquí. Te hacía en Estados Unidos, trabajando como
mecánico o algo así ─le dijo su acompañante.
─He venido a visitar a
mi tío ─le mintió.
No quería que aquel
hombre supusiera que había regresado a España por los motivos que
podían acarrearle la clase de problemas que estaba evitando.
─¿A tu tío? Creí
que...
─Estoy sin blanca ─se
apresuró a matizar, lo que sí era verdad.
Andrés le soltó un
apretón de manos.
─Si vas a estar mucho
tiempo por aquí, necesito a alguien que me eche un cable en el
taller. Un favor por otro favor.
Sabía a lo que se
refería, pues le había conseguido un puesto de trabajo a Andrés
cuando había viajado hacia los Estados Unidos por un puesto de
trabajo que al final no había sido para él.
─Estoy de paso.
Logan Taylor siempre
estaba de paso.
─Piénsatelo de todos
modos.
Se despidió de aquel tipo
con el que no había previsto encontrarse, y rogó que mantuviera la
boca cerrada acerca de su encuentro. Luego recordó que Andrés no
estaba relacionado con el hombre al que él había ido a buscar, pero
se exigió de todos modos ser precavido.
Hasta que la vió.
Aquella chica entró a la
cafetería como un vendaval indeseado en primavera. De acuerdo, no
era exactamente indeseada, pero...
Se llevó la cerveza a los
labios, la observó de reojo pedir el mismo café que le había
tirado aquel día a la cara y sentarse a su lado, sin percatarse de
su presencia. Tenía el gesto aireado, lo que demostraban sus
mejillas arreboladas y su expresión agitada.
Quiso largarse porque
sabía que lo metería en problemas, pero fue incapaz de mover los
pies. Entonces, como si hubiera adivinado sus pensamientos, ladeó la
cabeza y abrió los ojos de par en par al encontrarlo a su lado.
─Hola ─lo saludó con
frialdad.
Lo molestó que fuera tan
evidente que no se alegrara de verlo, por lo que alzó la cerveza
para devolverle el saludo con una desgana que no sentía.
─No te estoy siguiendo
─le hizo saber.
─No soy tan arrogante
para pensar lo contrario ─replicó, aludiendo a su encontronazo de
la noche anterior.
Ella dejó la taza de café
sobre la mesa, como si un amargo recuerdo le hubiera quitado el
apetito de repente. Logan supo que no era él en quien estaba
pensando.
─Sigue esperando a que
me disculpe ─gruñó. Tenía la voz áspera, como si hubiera estado
llorando.
─No espero nada de ti.
Ella entrecerró los ojos,
y por un instante dudó. Logan maldijo sus palabras.
¿Por qué no podía
controlarse cuando la tenía delante? Un error más...un fallo más...
─ Ni siquiera yo espero
nada de mí a estas alturas... ─dijo al fin.
Logan pudo respirar
tranquilo.
─Ahora te
autocompadeces. Interesante ─respondió con voz monótona.
─No estaba hablando
contigo.
Logan hizo caso omiso a su
comentario, señaló su uniforme y preguntó aquello por lo que
sentía tanta curiosidad.
─¿No deberías estar en
clase?
Para su sorpresa, ella
respondió.
─Acaban de expulsarme.
No debía interesarle lo
más mínimo, pero siguió indagando.
─¿Por qué?
─Porque mi profesor es
un imbécil.
La miró de soslayo, y
comprendió que aquella chiquilla no se parecía en nada a la idea
preconcebida que se había forjado de ella. Tomó un sorbo de su
café, lo dejó en la mesa y soltó un pequeño suspiro que a él le
hizo mucha gracia.
─Ni siquiera sé el
porqué estoy hablando con un extraño.
Le tendió la mano de
inmediato.
─Me llamo Logan.
Ella miró su mano con
reticencia. Durante un breve instante dudó, hasta que al final la
estrechó para decirle que se llamaba Lola. Él no se lo pensó, le
devolvió el apretón atrayéndola de un tirón hacia sus labios. No
fue más que un roce suave, caliente y breve, pero disfrutó cuando
ella se separó de él con la boca abierta y la frente arrugada.
─¿Se puede saber por
qué me has besado? ─exigió indignada.
Se terminó la cerveza de
un trago, dejó un par de monedas sobre la mesa y la rodeó para
marcharse.
─Porque me ha dado la
gana ─replicó, y era la verdad.
Logan Taylor siempre hacía
lo que le venía en gana, y aquella no sería una excepción. Ella no
sería una excepción. Tomaba lo que quería de la gente porque nunca
recibía nada que mereciera la pena. Algo que lo hiciera creer en la
bondad, el cariño desinteresado y todas aquellas chorradas de las
que hablaban en los libros y las películas de amor.
Caminó hacia la calle,
donde tenía la moto aparcada en mitad de la acera. Supo que ella lo
seguía, por lo que le arrojó el casco que ella cogió por puro
instinto.
─Te llevo.
Ella sacudió la cabeza,
le devolvió el casco como si fuera un instrumento del mísmisimo
diablo y dio un paso hacia atrás.
─No me gustan las motos
─parecía muy asustada.
─Pero te gusto yo.
Ella lo miró perpleja,
soltó una carcajada ácida y le enseñó el dedo corazón.
─Se me ocurren un par de
cosas que puedes hacer con eso ─le dijo él con frialdad.
─A mí se me ocurre que
te lo puedes meter por él...
Logan le agarró el dedo y
ella gritó cuando se lo llevó a la boca, le soltó un pequeño
mordisco para luego ponerse el casco de la moto y subirse encima.
Enfurecida, ella trató de propinarle una patada justo en el momento
en el que él arrancó su moto y la dejó atrás. Desde el espejo
retrovisor, vio como se caía de culo debido al impulso de no haber
golpeado su objetivo. Riéndose de buena gana, detuvo las moto a
pocos metros mientras le hacía una seña para que se acercara.
Había decidido que
conocer a esa chiquilla era demasiado divertido como para perdérselo.
Al fin y al cabo, no estaría en la ciudad por más de unas semanas,
y una distracción como aquella no tenía por qué evitarla, ¿No?
CAPÍTULO SEIS:
RECUERDOS.
Álvaro acarició el
rostro de la mujer rubia por encima del cristal de la fotografía.
Hacía seis años que todo había acabado, pero aún dolía con la
intensidad de aquella fatídica noche.
La culpabilidad, el rencor
y el odio persistían en su corazón, impidiéndole avanzar hacia un
futuro que se avecinaba solitario. Pero no le importaba, o al menos
tratataba de aparentar que no lo hacía.
Poco quedaba del chiquillo
de veintidós años que fue algún día, pero a veces, sobre todo
cuando se despertaba angustiado por los recuerdos en mitad de una
noche lluviosa, podía verse a sí mismo como el mismo chaval recién
licenciado y cargado de sueños. Con la intención de hacerse colega
de sus alumnos de instituto, formar una familia y ser la clase de
profesor que les inculcara la pasión por la literatura.
La realidad actual poco se
le parecía.
Profesor de literatura en
un instituto privado, elitista y cargado de chiquillas que suspiraban
a su paso. Con alumnos que leían por obligación, padres que exigían
tutorías y vecinas de diecisiete años que trataban de llamar su
atención.
Entonces pensó en Lola.
Se le tensó todo el
cuerpo al decir su nombre en voz alta.
¿A quién quería
engañar?
Lola no era como las
demás. Lola era Lola, y con eso bastaba para mandar su autocontrol
al infierno. Lola tenía diecisiete malditos años, llevaba la falda
demasiado corta y tenía una valentía para decir lo que sentía que
lo apabullaba.
Lola lo asustaba.
Deseaba que aquel verano
en el que la conoció no hubiera sucedido nunca, porque mientras que
compartían charlas, paseos y recomendaciones literarias, la
imaginaba desnuda entre sus brazos, instruyéndola en el arte de las
relaciones sexuales.
Toda para él; en cuerpo y
alma.
Con sus manos en las
curvas de aquellas caderas que lo volvían loco, los labios de ella
entreabiertos y Álvaro perdido entre sus muslos.
¡Sólo tenía diecisiete
años!
Diez menos que él.
Era su vecino, su tutor,
su profesor de literatura...
No era más que una niña,
y él un hombre que se había prometido a sí mismo no volver a amar,
porque sabía que había algo en él que lo impulsaba a hacer daño a
las personas que tenía a su alrededor. Lola no se merecía a alguien
como él, porque era joven y tenía toda la vida por delante. No iba
a robarle aquellos años universitarios en los que tendría la
posibilidad de conocer a alguien, viajar y convertirse en una persona
de provecho.
Volvió a contemplar el
rostro de la mujer rubia. La misma que, en las noches de tormenta,
regresaba a su mente para hacerle daño.
Álvaro no volvería a
amar.
***
Lola se agarró a la
cintura masculina cuando la moto aceleró para zigzaguear entre los
coches. No sabía lo que la había impulsado a correr hacia aquel
cretino, agarrarse a su cuerpo como si le fuera la vida en ello y
dejar que él la llevara a algún sitio que la hiciera olvidarse de
todo.
Quería olvidar.
Mentirse a sí misma de
que podía olvidar a Álvaro con otro.
Con un desconocido.
Uno que besaba muy bien,
hacía las cosas sin pedir permiso y se saltaba las reglas. Uno con
muchos secretos y pocas palabras.
Apoyó la mejilla sobre la
espalda de Logan, aspiró su olor y por un instante se sintió libre.
Creyó que estaba dejando de ser la hija modélica que siempre
acataba las normas sin preguntar.
Logan iba sin el casco
puesto porque se lo había dejado a ella. Los mechones de pelo
castaño claro, casi dorado, ondeaban con el viento y capturaban los
destellos de un sol que se ocultaba entre las nubes. Un sol rebelde,
como aquel completo desconocido que la llevaba en moto sin preguntar.
─¿Dónde te dejo? ─le
gritó. Su voz se confundió con el rugido del motor.
─¡Me da igual! ─le
respondió, con la voz acelerada por la emoción.
Él echó la cabeza hacia
atrás para observarla con las cejas enarcadas, y ella le gritó que
mantuviera la vista en la carretera, presa del pánico que la
consumía. Cuando lo hizo, volvió a apoyar la mejilla sobre su
espalda y suspiró. No lo conocía de nada, pero estaba segura de que
a su lado, en aquel instante que no deseaba que acabara, nada podía
ocurrirle.
Sintió la
velocidad en la piel, el viento que le agitaba el cabello y el olor a
cuero que desprendía la chaqueta de Logan. Él tomó una curva y la
moto se inclinó peligrosamente sobre el asfalto, por lo que a Lola
se le encogió el corazón mientras se agarraba a su cuerpo con
ansiedad. La moto volvió a recobrar la postura vertical, aceleró y
se perdió hacia la carretera que iba directa al acantilado.
Logan detuvo la
moto al inicio del acantilado cubierto de rocas, arena y algo de
hierba. Se bajó, le quitó el casco y la miró de soslayo.
─Me gusta
este sitio ─fue todo lo que dijo, antes de aproximarse hacia el
borde de aquel precipicio rocoso.
Lola sintió
que en aquel lugar tan alto hacía más frío y viento. Se escuchaba
el sonido del mar calmado, y hacía un día estupendo. Le encantaba
aquel lugar, pero se asustó cuando percibió que Logan se acercaba
peligrosamente hacia el borde. Se colocó a su lado, lo tomó de la
mano con cierto miedo y él se quedó inerte. No lo conocía, pero
supo que aquel gesto cercano, casi atrevido, le había gustado pese a
que se mantenía reticente a devolverle el apretón.
─¿De dónde
eres? Tienes acento norteamericano pero hablas el español con gran
fluidez ─se interesó.
Él se separó
de ella, se sentó sobre el borde y oteó el horizonte. Tenía la
mirada distante. Todo en él lo era.
─Y eso qué
mas da.
Qué más da...
No tenía miedo
a las alturas, pero se le aceleró el cuerpo cuando tomó asiento a
su lado. Él la observó con cautela, sonrió y le pasó una mano por
los hombros. Lo cierto es que el gesto de proximidad consiguió
calmarla, pues le aportó el punto de estabilidad que necesitaba para
no desmayarse a tanta altura.
Las vistas eran
preciosas.
─¿Mejor? ─le
preguntó con suavidad.
Le gustó que
él se hubiera propuesto hacerla sentir mejor.
─No tengo
miedo a las alturas, pero reconozco que esto impresiona bastante...
─se rió nerviosamente, y por si acaso colocó su mano sobre la de
él, que asía su hombro con seguridad.
─No me
refería a eso ─ella se turbó ligeramente, pero no dijo nada.
Logan tampoco
lo hizo, pues no parecía tener intención de estropear aquel momento
de quietud que estaban compartiendo.
Se sentía
intrigada por él. Por todo lo que escondía y no dejaba ver. Le
parecía la clase de personaje recurrente en cualquier novela de
Oscar Wilde. Repleto de sombras y algunas luces, sarcástico...,
guapo a rabiar.
Lola miró el
reloj que tenía en su muñeca, y fue consciente de que le quedaban
veinte minutos para llegar a casa. Supuestamente debería regresar
del instituto, por lo que intuyó que sus padres pondrían el grito
en el cielo en cuanto les enseñara aquella nota que Álvaro le había
escrito. Al parecer, le encantaba escribir cartas...
─Me tengo que
ir.
─¿Debes irte
o tienes que irte? ─replicó él, sin mirarla.
Su brazo seguía
rodeándola.
─Supongo que
las dos cosas ─respondió, pues no estaba segura.
─La chica
ejemplar regresa a casa a la hora del almuerzo ─masculló él de
mala gana.
Tiró una
piedra al acantilado, y Lola se quedó abstraida al contemplar como
el terrón de piedra se esfumaba en el mar al cabo de un rato.
─Olvidaba que
eras la clase de tipo duro al que no le importa lo que los demás
piensen de él ─replicó ella.
Se levanto
quitándose de un manotazo la mano que tenía encima de sus hombros.
Él no lo hizo. Sus ojos azules parecían confundirse en el
horizonte, como si acaso estuviera pensando en otra cosa.
─No me
conoces ─fue una advertencia en toda regla.
─Tú a mí
tampoco.
Él se levantó,
caminó hacia la moto sin mirarla y le dijo:
─Eres la
clase de chica que no saltaría del precipicio ni aunque me estuviera
ahogando. Apuesto a que te acojonaría llegar a casa con la ropa
empapada porque tienes unos papas a los que contentar.
Lola bufó,
pateó una piedra y se metió las manos en los bolsillos. El juego
del tipo duro empezaba a hartarla.
─No veo que
te estés ahogando...
Entonces, él
hizo lo único que podía sorprenderla a esas alturas. Tomó
velocidad, corrió hacia el precipio y desoyó el grito que Lola
arrancó de sus pulmones al verlo saltar hacia el abismo. Ella lo
siguió con el rostro desencajado, y vio como el cuerpo de él se
perdía dentro del agua. Gritó su nombre en repetidas ocasiones. Lo
gritó. Le rogó que no fuera idiota. Lo hizo hasta que una cabeza
masculina emergió del agua y la saludó desde la distancia.
─¡Eres un
imbécil! ─lo insultó, pese a que se alegraba de verlo sano y
salvo.
No podía creer
que aquel tipo hubiera saltado del precipicio sin habérselo pensado.
¿Y las rocas?
¿La altitud? ¿Es que se había vuelto loco?
Logan agitó
los brazos, pidiéndole que se uniera a él. En ese momento, ella ya
había visto lo suficiente como para asombrase. Señaló la moto, y
le gritó que volviera de inmediato pues tenía que regresar a su
casa.
─No me pienso
mover de aquí hasta que saltes.
─¡Te has
vuelto loco!
─Eres muy
predecible, Lola.
Ella abrió
mucho los ojos, pues no se podía creer que él le estuviera pidiendo
que saltara desde un acantilado.
¿En qué
momento del día creyó que subirse con un completo desconocido a un
vehículo que detestaba había sido buena idea?
─¡Ahora
resulta que soy predecible porque no quiero saltar desde un maldito
precipicio! ─perdió la calma.
Recibió la
risa de él como toda respuesta.
─Exijo que
vuelvas aquí ahora mismo.
─¿Exiges?
─la contradijo con descaro.
Angustiada, vio
como el se zambullía en el agua para no salir. Desde su altura,
divisó el mar en calma, sin burbujas que pudieran hacerle adivinar
que él estaba gastándole una broma. Pasaron los minutos, y Lola
comenzó a aterrorizarse. Se asomó al precipicio, inclinándose
sobre aquel vacío a pesar de que se sentía inestable y los pies le
temblaban.
¿Dónde se
había metido?
Echó el cuerpo
hacia delante para contemplar la orilla cuando unas manos humedas la
apresaron por detrás y la hicieron soltar un alarido. A
continuación, suspiró, pero era inevitable que la calma se
apoderara de ella.
─No tiene ni
puñetera gracia ─se cabreó.
Él le acarició
la nuca con los labios, para luego alejarse dejando aquella caricia
en nada. Lola se aproximó a él, le dio un empujón y caminó
enfurecida hacia la moto. Cruzada de brazos, esperó hasta que a él
le pareció que era el momento de regresar. Lo calcinó con la mirada
en cuanto lo tuvo en frente.
─¿Tengo que
suponer que este truquito te sirve con alguna chica? ¡Estás mal de
la cabeza!
─¿Estaba
ligando contigo?
Lola se
ruborizó, y no volvió a dignarse a mirarlo.
─Sea lo que
sea, no ha tenido gracia.
Logan se rió
por lo bajo, y Lola se sintió estúpida, pues era evidente que no
era la primera vez que él acudía a aquel acantilado para darse un
chapuzón. Fuera lo que fuera, no era tan tonto como para haberse
lanzado al mar sin cerciorarse de que el fondo no estaba cubierto de
rocas que pudieran destrozarle el cuerpo.
Logan la llevó
de regreso a su casa, pese a que Lola insistió en el hecho de que la
dejara en una esquina de la calle. Supuso que para martirizarla y
ponerla en evidencia, tuvo que aparcar frente a la casa de Álvaro, a
quien descubrió mirando por la ventana en el instante en el que se
bajaba de la moto y Logan le robaba un beso. Otra vez.
ouuu alvaro se va a moskear jajajajja a:)
ResponderEliminarcada dia me gusta mas logan .. tengo gans de saber masssss!!
jajajajaja la reacción de Álvaro será digna de leer en el siguiente capítulo del lunes
EliminarBufffffff que interesante se está poniendo esto Chloe :) Alvaro va a echar fuegoo que digo fuego llamaradassssssss jajajaja Y Logan?? dispuesto a volverla loca... Lo que le espera a Lola ! me encanta
ResponderEliminarA la pobre Lola le esperan muchas cosas, pero no hay que negar que algunas se las está buscando ella solita. Hasta el lunes! besos :)
Eliminarx cierto el momento colas locas a la mitad a que viene ?? jajajajajajajaja
ResponderEliminara nada en particular jajaja me gustan poner fotos y gift de los personajes jajajajajaj
Eliminarjajajajajaja me encantan tus puntazos
Eliminarayyyyy y!!!!! que interesante esta? que le abra pasado alvaro? a mi me encanta el misterio de de el y Logan no se no se algo oscuro trae...me esta gustando mu cho te felicito... he leído tus otros libros me encantaron y ahora tengo pendiente el último cuando lo leea te lo digo.felicidades cuando el.próximo 😍😍😍😍😍
ResponderEliminarmuchas gracias! el lunes próximo capítulo :)
EliminarMe encantaaaaa logan😍😍😍😍😍
ResponderEliminarEs un personaje que promete mucho jeje
EliminarHola Chloe!!! Uff me a encantado los dos capitulos , madre mia como esta la cosa , Alvaro es un cretino si quiere que Lola se olvide de el ,El deberia hacer lo mismo no tomarse ciertas libertades para luego querer ser solo su profesor.Que secreto ocultara??? Muero por saber , nos has dejado pequeños detalles.
ResponderEliminarM e encanta Logan es tan divertido y a locado trae a Lola de cabeza jajaja, la verdad es que no tengo ni idea de quien sera el que le escribe las cartas.
Deseando de leer el siguiente capitulo y ver la reaccion de Alvaro al ver a Lola con Logan , me a gustado mucho los dos capitulos .
Besotes!!!
muy de acuerdo en lo que dices jaja
Eliminarpero Álvaro tiene motivos para comportarse así, o eso cree él. Habrá que ir conociéndolo
besossss
Que interesante Alvaro va hachar humo ese hombre es un puto celo pata jajajajaja dios Lola es toda una caja de sorpresa y Logan me gusta este chico su vida oscura me encanto los dos capítulos Chloi Felicitaciones esta demás decir que ya tienes el éxito bella !!!!!!!!!!
ResponderEliminarmuchas gracias!
Eliminaren el siguiente capítulo se verá la reacción de Álvaro...y será...TREMENDA! :D
Besossss
Hay uno que le dará ataqueee. Pero que bueno está esoooo!!! Jajajjaja
ResponderEliminarprobablemente jajaja besos
EliminarMe encantaaaaaa!!!!te superas,el momento del despacho con Alvaro,uffff.Pero el acantilado con Logan...me esta ganando Logan me ha encantado en este capitulo,ayyy no puedo esperar se me hacen muy cortos
ResponderEliminarlos dos son personajes que tienen mucho que dar
Eliminarun besoooo
K de sorpresaa!!!!.. que le paso a Alvaro???? Uyuyuyyyy este Logan me gusta....creo k no voy a poder esperar hasta la semana k viene...me encanta Clhoe sigue guapa...eres una genia. ..
ResponderEliminarmuchas gracias!
Eliminarlunes proximo capítulo
Creo q Álvaro simplemente enloquecido cuando vea ese beso robado,aunque el no sepa... pero me encanta como se quiere desligar de ella y sin querer queriendo se une mas a Lola...
ResponderEliminarLogan me recuerda a H... me fascina
Quiero mucho más. ..
Nos tienes en tus manos ... y literal yo leo cupido soloa me rio y la gente tal vez creen q enloqueci.. ♡♡♡♡♡
me alegro un montón de que te estés riendo con cupido! :D
Eliminar