CAPÍTULO
TRES. SECRETOS
Lola recordaba el
sabor de los besos de aquel extraño, y lo peor de todo, le habría
gustado que no se detuviera de no ser porque aquel chico irradiaba
oscuridad, peligro y un montón de secretos por descubrir.
De una cosa estaba
segura; su encuentro debía ser fruto de la casualidad, pues pensar
si quiera que él la había encontrado tras una intensa búsqueda le
ponía los vellos de punta. Prefirió no pensar en ello, pese a que
las continuas preguntas de su amiga Andrea le imposibilitaban la
tarea de abstracción.
─Por última vez,
Lola ─se puso ceñuda, como cada vez que su madre hacía el vano
intento de regañarla, gesto que a Lola le resultó cuanto menos
cómico─. ¿Quién demonios era ese tipo?
Ah, pensó Lola, esa
sí que era una buena pregunta.
¿Quién era el
tipo que la había besado sin previo aviso aquel día por la calle,
cuando trataba de huir de unos hombres que lo acusaban de ladrón?
¿Quién era el chico que había amenazado con besarla aquella misma
noche para después cumplirlo con un brillo en los ojos que la
desataba?
Sí, esa era una
buena pregunta.
─Ya te lo he
dicho. No tengo ni idea ─y sin saber por qué, añadió─: no lo
he visto en mi vida.
Andrea le regaló
una mirada recelosa.
─Pues él se
comportaba como si ya os conociérais.
─Entonces es un
lunático ─replicó con despreocupación.
A pesar de que
estaba preocupada, no puedo evitar creer con firmeza que aquel
desconocido del que ni siquiera sabía el nombre no iba a hacerle
daño. Se le había presentado la oportunidad perfecta en aquel baño
cerrado con pestillo, y a pesar de ello, había decidido besarla con
frenesí. Desde luego, Lola no lo comprendía, pues lo sensato
hubiera sido que él le diera su merecido por haberlo delatado a
aquellos hombres.
¿Volvería para
vengarse? No, no lo creía.
─Me da la
sensación de que me ocultas la verdad, y se supone que las amigas se
lo cuentan todo...─refunfuñó Andrea, quien como todas las
mujeres, tenía un sexto sentido para percibir lo que a cualquier
otro le habría pasado desapercibido.
Lola le puso una
mano en el hombro justo en el instante en el que visualizó que
Vanesa y sus compinches se acercaban hacia ellas con lo que auguró
no eran buenas intenciones. Que Andrea y Vanesa mantenían una
rivalidad absurda que rallaba en lo obsceno era conocido por todos.
Que Vanesa intentaba hacer daño a su mejor amiga burlándose en
público de Lola era algo que sólo intuía esta última, quien sabía
de sobra que hacer daño a la deslenguada de su amiga sin salir
escarmentada implicaba un dominio de neuronas que dudaba que tuviera
Vanesa.
─Mira quienes
están aquí; las inseparables Pili y Mili ─soltó con sorna,
mientras Jessica y Verónica, sus inseparables perritos falderos,
soltaban una risotada.
─Bueno Lola, pues
ya ves que estamos todos ─le dijo Andrea a Lola, y esta se temió
lo peor, pues su amiga era de las que devolvía las pullas, a su
parecer, con mayor maldad de la debida─. La Jessi, la Vero y la
Vane han venido a comerse a los niños en la noche de Halloween. Dime
una cosa, Vane ─la otra dio un respingo, pues odiaba aquel
diminutivo─, ¿Pretendes hincarle el diente a algún atontado con
novia o simplemente vienes a que te digamos que ese escote es tan
ordinario como las mechas californianas que llevas, que por cierto,
dejaron de llevarse la temporada pasada?
De manera
instintiva, Lola se mordió el labio mientras dedicaba una mirada
renuente al ostentoso escote en uve que Vanesa, disfrazada de una
Blancanieves que quizá tuviera como objetivo escandalizar a los
siete enanitos, llevaba sobre el pecho muy orgullosa. No es que ella
tuviera envidia, a pesar de que no tenía unos pechos grandes con los
que escandalizar a Álvaro, pero algo se removió en su interior al
imaginar que, por un instante, su amado profesor de literatura se
sintiera atraído por aquella chica que, colgada de su brazo,
aparentaría ser una pareja de su misma edad.
─Yo no le voy a
hincar el diente a nadie ─replicó muy ufana, y luego le dedicó la
consabida mirada de intenciones a Lola, quien fingió que no se lo
esperaba─, pero al parecer, a tu amiguita Lola no le importa perder
la virginidad y la decencia en un baño cochambroso con un completo
desconocido.
Andrea apretó los
puños, dispuesta a darle la guerra que Vanesa reclamaba. Angustiada,
Lola, a quien poco le importaba el comentario malicioso, le puso una
mano en el hombro mientras le susurraba al oído que se marcharan de
allí.
─Una mentira más,
y te comes la lengua de víbora que tienes ─le advirtió Andrea,
quien dio un paso hacia delante y la agarró de las solapas del
vestido de Blancanieves.
─Andrea, ya basta.
No es necesario que nos rebajemos a su altura ─le pidió Lola,
quien de las dos era la más sensata.
─Sí, eso...
─titubeó Vanesa, quien de repente se había quedado desamparada,
pues sus dos compinches se habían largado sin decir una palabra.
Andrea soltó el
aire, se lo pensó, pero al final, asintió a regañadientes y se dio
la vuelta para acompañar a Lola hacia otra parte. Pero Vanesa, quien
no pudo soportar el berrinche, la provocó de espaldas:
─Vete con tu
zorrita particular a otra parte. El lunes en clase todo el mundo
sabrá que es una puerca a la que le encanta ser manoseada en un baño
público.
Antes de que Lola
pudiera detenerla, Andrea corrió hacia Vanesa y la derrumbó de un
puñetazo. Si alguien creía que las peleas de chicas eran algo así
como un par de bofetadas y tirones de pelo dulces, estaba equivocado.
Lola se llevó las manos a la boca mientras les gritaba que se
detuvieran, a pesar de que Andrea, en aquella pelea de adolescentes
macarras, llevaba las de ganar. Cuando un grupo de chavales,
auspiciados por el alcohol y la emoción de ver a dos hembras
batallando como si aquello fuera una pelea de barro, hicieron un
corrillo a su alrededor, Lola decidió intervenir soltando la mano de
Andrea, quien sostenía un mechón de pelo de Vanesa mientras esta
última aullaba de dolor.
─¡Ya basta! Dejad
de comportaos como dos energúmenas, por favor ─les pidió
desconsolada, pues ella era más de libros que de bofetones.
De repente, y
aprovechando que ella se había interpuesto entre ambas, Vanesa la
agarró del pelo jalándola como una poseída. Lola solo pudo
llevarse las manos a la cabeza mientras le pedía a su amiga que le
quitara aquel gremlin ─fue la palabra exacta que utilizó para
describirla─ de encima. Y Andrea lo hizo, pese a que Vanesa se
aferraba al cabello de su amiga como si le fuera la vida en ello.
Cuando se soltó, le agarró la capucha y el vestido, soltándose
cuando Andrea la obligó de un empujón, lo que provocó que el
disfraz de Lola se hiciera jirones.
─Esto no se va a
quedar así ─advirtió Andrea a Vanesa, quien retrocedió al
percatarse de la superioridad numérica.
─Ya lo creo que
no... ─replicó, con una sonrisa que auguraba las peores
intenciones.
Lola colocó una
mano en el hombro de su amiga cuando se percató de que esta tenía
la intención de perseguir a Vanesa hasta el fin del mundo si fuera
necesario. La vieron correr hacia la salida, y fue entonces cuando
Lola pudo respirar con tranquilidad.
─Vámonos de aquí.
Ya he tenido suficiente por hoy.
Andrea echó un
vistazo al vestido de su amiga, tensó los labios y asintió con
rabia.
─No me puedo creer
que no te hayas defendido ─la reprendió.
─Estaba demasiado
ocupada quitándome sus manos de encima ─replicó, y batió la
cabeza con resignación─. Además, para mí no tiene sentido
defenderse con los puños. No somos dos niñatas que pegan puñetazos.
Tú no eres así, Andrea.
La mirada
censuradora que lanzó a su amiga se granjeó un resoplido.
─Claro que soy
así. Lo siento, pero no puedo evitar defender a mi amiga cuando
alguien le ataca, a pesar de que esté empeñada en comportarse de
una forma modélica porque sabe que yo sí que puedo mancharme las
manos de mierda.
Andrea se largó
andando con la cabeza metido entre los hombros, el cuerpo tenso y el
rostro arrebolado por la emoción, mientras que Lola la vio marchar
sin decir una palabra. Al final, se largó arrastrando los pies hasta
su casa, y prefirió no pedir un taxy, pues su aspecto la
abochornaba.
No pudo parar de
pensar en las palabras de su amiga, y supo que los secretos habían
marcado entre ellas una línea que las separaba. Si Andrea supiera
que ella estaba colada por su pofesor, al que ella veía como Álvaro,
el chico de la puerta de al lado , supuso que se pensaría aquello de
“comportarse de una forma modélica”.
Estaba en la esquina
de su casa cuando algo peludo la tiró sobre el suelo y comenzó a
babearle la cara. Angustiada, soltó un chillido, pero al abrir los
ojos, se encontró con Simba, el perro de Álvaro, quien la saludó
con más alegría de la que su vecino solía mostrar últimamente
hacia ella.
En respuesta, le
acarició el lomo con cariño hasta que un tirón de correa los
separó y ella pudo ponerse en pie. Se encontró con los ojos
llameantes de Álvaro, quien observaba su aspecto con gesto
censurador. Si pensaba que ella no era más que una niñita deseosa
de llamar la atención, aquello bastaba para confirmar la mala
opinión que tenía de ella.
Lola se agarró con
nerviosismo la falda de su disfraz, se mordió el labio y alzó la
barbilla para devolverle la mirada. Él tensó la mandíbula, en la
que lucía una barba cuidada que lo hacía mayor, tentador, prohibido
y muy atractivo. Tenía el cabello negro despeinado, como si estando
dormido algo lo hubiera desvelado, y los ojos negros, ligeramente
enrojecidos por la falta de sueño, le ofrecían una mirada dura
cargada de reproche.
─Parece que te lo
has pasado muy bien en esa fiesta ─le soltó de mala manera.
A Lola no le gustó
aquel tono cargado de reproche, pues era lo suficiente personal para
no ser utilizado por su profesor de literatura. Se fijó en sus
facciones dura, en la mano tensa que rodeaba la correa de Simba y en
la pose inflexible que rodeaba su cuerpo. Estaba enfadado, pese a que
no tenía motivos para estarlo.
Tampoco le gustó
sentirse juzgada cuando no había hecho nada para merecerlo, ni
sentirse humillada y empequeñecida al estar frente a él.
─No es lo que
estás pensando ─musitó, como la adolescente que era.
A él le brillaron
los ojos con algo peligroso.
─¿Y se puede
saber que es lo que estoy pensando? ─replicó, con voz dura.
Jugueteó con el
dobladillo de su falda, muy nerviosa.
─Nada bueno,
supongo.
─Qué perpicaz,
señorita Alcázar ─ella supo que él la llamó por su apellido
para hacerle daño; y lo consiguió─. A quién se le ocurriría
intuir que algo ha debido de pasarle para que regrese a su casa a
medianoche con poca ropa y el cabello revuelto.
Lola dio un respingo
ante aquella alusión. Las lágrimas de rabia le atenazaron la
garganta, pero no le impidieron defenderse.
─En ese caso no te
atrevas de decirlo en voz alta ─su determinación provocó que
Ávaro entrecerrara los ojos─. Sea lo que sea lo que estés
pensando es mentira, y a mí me importa lo suficiente como para no
querer oírlo.
Como sus palabras
demostraban tanto, enfiló hacia su casa con las llaves en la mano y
la intención de no echar la vista atrás. Estaba introduciendo la
llave en la cerradura cuando Simba se encaramó a su espalda y volvió
a tirarla, esta vez boca abajo. Pataleó y comenzó a sollozar,
derrumbándose pese a que lo que en realidad quería era fingir que
nada le importaba, ni siquiera lo que él pudiera pensar de ella.
─¿Lola estás
bien? ─le preguntó Álvaro, quien la sobresaltó al tomarla de la
mano.
Ella supo que no se
lo preguntaba por la caída, y aquello la puso más nerviosa y
furiosa.
─¡Quítame de
encima a tu perro, por favor! ─exigió, y estalló en un sollozo.
Álvaro se apresuró
a hacer lo que ella pedía, y pese a que intentó alejarse de él
cuando la ayudó a levantarse, no pudo soltar la mano que él
agarraba con una posesividad que la angustió y le gustó a partes
iguales, pues temía hacer una tontería que la dejara en evidencia.
De pronto, Álvaro
soltó la corra del perro, y con la mano libre, le acarició la
mejilla para borrarle las lágrimas que resbalaban por su rostro.
Lola entreabrió los labios sin poder evitarlo, dejó caer los
párpados y emitió un jadeo desde el fondo de su garganta. Ya no
había rabia, sino un profundo deseo que se había apoderado de su
interior. Observó que a él se le oscurecían los ojos, lo que
definitivamente debía de significar algo. Entonces, se separó de
ella a pesar de que se negaba a soltar su mano.
─Jamás me
perdonaría que lloraras por mi culpa ─se disculpó, marcando las
distancias al soltarle la mano.
A Lola aquel gesto
la disgustó, y antes de darse la vuelta para introducir la llave en
la cerradura, le soltó con atrevimiento:
─Querrás decir
que no te perdonarías hacer llorar a una niña de diecisiete años.
Antes de que él
pudiera replicar, y le dio la sensación de que lo haría, consiguió
abrir la puerta de su casa y encerrarse dentro, esforzándose en no
dar un portazo que despertara a sus padres y la dejara en evidencia.
Se tiró en la cama,
y se acostó con el disfraz puesto y el maquillaje emborronado. Al
quedarse dormida, soñó con Álvaro y aquel verano tan maravilloso
que habían pasado juntos.
Álvaro
preparaba la cena en la cocina, y se notaba que le encantaba la
tarea, pues se movía con elegancia entre cacerolas y sartenes. Lleva
una fina camiseta de algodón que se pegaba a su cuerpo, ese que Lola
sabía que trabajaba haciendo footing todas las mañanas. Se sonrojó
cuando él la descubrió observándolo con cara de boba, y con una
sonrisa pícara, le hizo un gesto con el dedo para que se acercara
hacia ella. La invitó a probar lo que estaba preparando llevándole
una cuchara a la boca que ella saboreó con coquetería.
─Mmm...¿Voy
a tener que preocuparme? ─al ver que él enarcaba una ceja sin
comprender, ella añadió─: Dicen que las mujeres conquistan a los
hombres por el estómago, pero me parece que tú estás intentando lo
mismo conmigo.
Álvaro
dio un paso hacia atrás, trastabilló con el taburete de la cocina y
estuvo a punto de caerse. Colocó las manos sobre la encimera de la
cocina, mientras Lola se esforzaba en disimular una risilla para no
ponerlo aún más nervioso. En aquella posición tan varonil, él
ladeó la cabeza y la atrapó bajo una mirada angustiada.
─Qué
mala eres, Lola ─le dijo, a escasos centímetros de sus labios.
Ella
se encogió de hombros, se inclinó hacia él y soltó.
─No
soy mala porque tú no me dejas, Álvaro.
Él
sacudió la cabeza, se peinó el cabello y se apartó de ella con
incomodidad.
─¿Estás
segura de que a tus padres no les importa que cenes en mi casa?
─insistió, y a ella le fastidió que lo hiciera para quitársela
de encima.
Lola
lo miró con el gesto dulce.
─No
lo sé. Pasarán la noche fuera y no les he preguntado.
A
Álvaro se le desencajó la expresión.
─Lola.
***
Dos días después,
Lola se despertó con los ojos enrojecidos por las lágrimas, pues le
dolía más de lo que estaba dispuesta a aceptar que Álvaro creyera
lo peor de ella sin antes exigirle una explicación. Era injusto,
distante como nunca lo había sido con ella. No podía parar de
preguntarse dónde estaba el Álvaro cercano, alegre y cariñoso que
había conocido en verano.
De mala gana, se
vistió con el uniforme escolar para ir hacia el instituto. Se
suponía que uno debía poner distancia con la persona a la que
intentaba olvidar, pero muy difícil lo tenía, pues además de ser
su profesor y tutor, se trataba del vecino de la casa de al lado.
Llegó al instituto,
donde no le pasaron desapercibidas las miraditas y cuchicheos que
muchos de sus compañeros de clase le dirigían a su paso. Se sentó
en su pupitre, esforzándose en disimular que todo iba bien, y que
poco le importaba lo que un enjambre de quinceañeros hormonados
pudieran pensar de ella. Sólo que importaba. De hecho, la fastidiaba
muchísimo.
Antes de que
comenzara el recreo, Andrea fue hacia su pupitre para hablar con
ella. Lola elevó la cabeza, tranquila al ver que su amiga no parecía
tener nada contra ella.
─Lola, tenemos que
hablar.
─¿Ya no estás
enfadada? ─le preguntó esperanzada.
─¿Qué? Quita
quita....esto...no sé como decirlo ─se mordió los labios, muy
nerviosa─. Vanesa le ha ido con el cuento a todo el mundo de
que...tú y ese lobo compartisteis más que palabras en ese cuarto de
baño. Te juro que le voy a partir la cara.
A Lola se le
descompuso la expresión. A los diecisiete, un mal rumor podía
destrozarte la vida. Tus amistades y todo lo que a esa edad era
importante se podía venir abajo por las malas palabras de una
compañera que tenía veneno en vez de sangre.
─¿Qué mote me
han puesto? ─exigió saber, pues sabía de sobra que ya le habrían
otorgado alguna palabrita que ultrajaría su autoestima.
Andrea sacudió la
cabeza, tratando de restarle importancia, pese a que su semblante
exponía todo lo contrario.
─Eso no tiene
importancia; lo que digan un grupo de niñatos es...
─Que me lo digas
─insistió tajante.
─Caperucita
violada ─Andrea se mordió los labios, y acto seguido le ofreció
un abrazo─. Lo siento muchísimo, Lola. Ya sabes que haré lo que
haga falta para que esa peliteñida se trague sus palabras una
a una.
Lola apaciguó a su
amiga con un aspaviento de mano.
─No hagas nada
─musitó desanimada.
Si había pasado un
fin de semana apático escuchando música triste encerrada en su
habitación, aquel suceso bastaba para terminar con su menguada
autoestima.
─¿¡Cómo que no
haga nada!? ─vociferó Andrea.
─Significa que te
estés quieta ─replicó de mal humor─. Me voy a mi casa.
─No te van a dejar
salir del instituto.
─En este momento
me encuentro muy enferma ─mintió, a pesar de que se sentía
enferma de la gente en general.
Cuando se levantaba
para salir con la mochila al hombro, Andrea le gritó, pese a que no
se detuvo.
─¡Huir no
solucionará las cosas!
Y eso fue todo, pues
se encaminó por el pasillo ante las miradas insidiosas de algunos de
sus compañeros. Un grupo de alumnos, al pasar por su lado, aullaron
como si estuviera en el cuento de Caperucita. Lola trató de
ignorarlos, y se encaminó hacia el despacho de su tutor, al que
pocas ganas tenía de ver, a pesar de que era el único que podía
solucionar ese problema.
Pero no fue
necesario, pues en mitad del pasillo, se le encontró con la
expresión aireada. En cuanto la vio, se acercó hacia ella, y sin
mediar palabra, la cogió del brazo para arrastrarla hacia su
despacho, en el que se encerraron. Álvaro la empujó contra la pared
sosteniéndola por los hombros hasta asustarla. Parecía fuera de si,
y a Lola llegó a asustarla, pues el Álvaro con completo dominio
sobre sí mismo había desaparecido.
─¿Se puede saber
qué tengo que pensar de todas esas habladurías, eh? ─la sacudió
al no obtener ninguna respuesta. Inclinó su rostro hacia el suyo,
como ningún otro profesor había hecho, y le exigió con la mirada
algo que a ella la conmovió─. Dime que es mentira todo lo que
dicen de ti. Por favor, Lola.
Por favor...
Una palabra que le
estremeció las entrañas, pues descubrió que aquel rumor lo
afectaba tanto como a ella. Asintió mientras tragaba con dificultad,
y Álvaro suspiró, apoyó la cabeza sobre la de ella y la abrazó
como si tratara de consolarla, o intentara consolarse a sí mismo,
pues Lola no lo supo con certeza.
─Todo es mentira.
Todo..., te lo juro, yo...
Él se separo de
ella para callarla con un dedo sobre los labios.
─Maldita sea, lo
sé de sobra. Te conozco y era incapaz de creer lo que escuchaba por
los pasillos, pero necesitaba escucharlo de tu boca ─. La miró con
dureza─. Dime lo que pasó en esa fiesta.
Ella se separó un
tanto incómoda. Debería delatar a aquel lobo que tantos problemas
le había granjeado, pero no lo hizo. No sabía por qué, pero algo
en ese extraño la conmovió al atisbar una necesidad de cariño que
quizás y sin saberlo ella pudo paliar con sus besos.
─Sólo créeme.
¿Qué importa el resto? Un rumor sin fundamento de una compañera a
la que no le caigo bien.
─¿Quién? ─exigió
saber.
Lola desvió la
mirada, pues a pesar de ser una chica muy sensata, opinaba como el
resto de los jóvenes de su edad: los conflictos entre compañeros se
solucionaban sin la intermediación de un profesor.
Álvaro dejó de
presionarla y utilizó un tono más suave que de costumbre.
─Lola, solo quiero
ayudarte.
─Lo sé, pero...
─Soy tu profesor
─le advirtió─. Lo que te pase es mi responsabilidad.
Ella se desplomó
ante aquella verdad.
─Eso también lo
sé ─respondió de mala gana.
─Si no me lo dices
llamaré a tus padres.
Aquella amenaza se
granjeó una mirada insolente de su parte.
¿A sus padres?
Maldito fuera Álvaro
por nombrarlos instantes después de empotrarla contra la pared como
ninguno profesor debía hacer con una alumna.
─Es Vanesa, mi
compañera de clase.
Álvaro asintió, y
algo peligroso le brilló en los ojos.
─¿Me puedo ir ya?
─le exigió.
─Por supuesto que
sí ─antes de que ella abriera la puerta, él añadió─: te juro
que hoy solucionaré lo sucedido. No volverás a escuchar esos
rumores.
─Quiero irme a
casa ─le pidió.
─Lola, no puedo...
─Si no te parece
bien que te lo pida como alumna, lo haré como amiga. Álvaro, por
favor...
A pesar de que dudó,
él asintió con gesto grave.
─Te aprovechas
porque sabes que soy incapaz de decirte que no ─replicó con
dulzura, y a ella eso le hizo sonreír─. Por hoy puedes irte, Lola.
Te prometo que los rumores cesarán.
Con un tímido
gracias, ella se marchó del instituto horas antes de que el timbre
de la campana sonara. Se alegraba de que Álvaro la hubiera creído
sin dudar, a pesar de que la preocupa, y por qué no admitirlo, se
sentía esperanzada de palpar su evidente preocupación.
En vez de marcharse
directa a su casa, pues sabía que tendría que recibir las preguntas
de su madre, enfiló hacia una cafetería cercana a la que solía
asistir de vez en cuando. En cuanto el camareró la reconoció, le
preparó un Moca de chocolate blanco que degustó junto a la ventana.
Fue entonces cuando, para su sorpresa, se encontró a aquel lobo
solitario observándola sorprendido desde la entrada. Lola se levantó
aturdida y con la certeza absurda de que él la estaba persiguiendo.
En cuatro pasos, se plantó frente a él y en un arranque de ira que
la sorprendió incluso a ella, le lanzó a la cara el café caliente.
─¡Ni se te ocurra
decir una maldita palabra! Por tu culpa soy el hazme reír de mi
clase y la Caperucita violada. O te disculpas o me dejas marchar ─le
espetó, mientras él la observaba asombrado y con el rostro empapado
por el café.
La agarró del brazo
con algo peligroso y oscuro en el semblante, casi amenazante. Lola le
sostuvo la mirada, pues el enfado que se había apoderado de ella le
impedía hacer uso de la sensatez. Entonces, él la soltó y ella se
marchó corriendo, sin darse tiempo a pensar en lo sucedido.
Descansó en un
parque cercano, donde fue consciente de que guardaba algo en el
bolsillo de su pantalón. Con el rostro ceñudo al percatarse de que
era una carta a su nombre, la desplegó y la leyó con curiosidad.
Querida Lola,
Hace tiempo que te
observo sin que tú te des cuenta, a pesar de que eres la clase de
chica a la que sentirse observada de la forma en la que yo te miro la
alagaría dibujando una sonrisa en esos labios que me tientan
mientras sueño, y me hipnotizan mientras escribo esta carta que me
prometí no escribir, luego tirar a la basura, y después no
enviártela.
A los doce años, leí
aquello de: “No espero nada. Así no me decepciono”, desde
entonces, aquella frase ha sido una constante en mi vida. ¿Por qué,
entonces, espero de ti lo imposible? No lo sé, tal vez seas el punto
de inflexión que no estoy dispuesto a aceptar.
De hecho, no creo en las
almas gemelas y los amores imposibles. Créeme Lola, tú y yo no
podríamos ser más distintos. Tú eres todo luz; sonrisas que pueden
iluminar hasta la sombra más maldita. Yo estoy lleno de grises, así
que te pido por puro egoísmo que no te apagues, porque cuando te
contemplo, siento que esa luz se refleja en mí, tan sólo un poco;
lo necesario para creer que incluso existe la esperanza para un tipo
como yo.
No quiero que respondas a
esta carta, o tal vez sí; no lo sé. Eso lo dejo a su elección, me
pareces la clase de chica lista que se deja llevar por los impulsos
de hacer lo que le da la gana, y eso me encanta.
Fdo;
Qué más da.
PD: Si quieres
contestarme envíame una respuesta a la dirección que te indico.
Aquella carta la
dejó con muchas preguntas y una sola certeza. Álvaro, sin duda, era
el que la había escrito, introduciéndola en su bolsillo mientras
estaban en su despacho. El libro favorito de ambos era: “Mi planta
de naranja lima”, y aquella frase que le había llegado al corazón,
sin duda, pertenecía a aquel libro.
Madre mía!!!! Me vas a matar!!!!quiero que llegue el próximo ya!!!! Felicidades me encanta!!!! Estoy súper enganchada...y ahora de quien es la carta??? Yo no estoy tan segura que sea de Alvaró.... O si??? Ummmmm :)
ResponderEliminaraaah sorpresa sorpresa! jeje
EliminarPues yo diria qe la carta es de Alvaro,pero seria muy obvio,me encanta,me he pasado el lunes esperando el capitulo...fantastico Chloe
ResponderEliminar¡Gracias! me alegro de que te haya gustado :D
EliminarPerfecto...k bien escribes y como me gusta no me cansaré de decírtelo. ?...esta historia ya me tiene enganchada....sigue guapa adelante...
ResponderEliminargraciasss! el jueves más y mejor!
EliminarSeguro k es alvaro el de la carta o es.mi.lobo ayy dios como me dejas asi y ahora asta el jueves??
ResponderEliminareso tendréis que adivinarlo!
EliminarMe a encantado el capitulo , y creo que Alvaro esta celoso. No estoy tan segura de que la carta sea de Alvaro en mi opinion pueden ser de cualquiera de los dos.
ResponderEliminarDeseando de leer el proximo capitulo.
Besotes!!!
¡Gracias! Nos leemos el jueves :)
Eliminarme ecanto... esperamos con ancias el sig capitulo.. saludos!!
ResponderEliminar¡Gracias! saludos!!
EliminarOiiis que interesante! No creo que la carta sea de Álvaro, diría que es de Logan pero contigo ¡a saber! Tengo ganas de ver al profe más celosillo jiji
ResponderEliminarAndrea es absolutamente genial, defendiendo con todas a su amiga, me encanta.
Muchas ganas de leer el siguiente capítulo *-*
Besos!
Andrea es una buena amiga aunque le fallan as formas. La pobre Lola tiene que espabilar jaja
Eliminarbesoss
Ufffff me gusta me gusta eso se pone emocionante... quien juega con fuego se quema y esta lola le gusta jugar a dos bandas ;) impacienteeee por el próximo capitulo
ResponderEliminarPor ahora está coladita por Álvaro pero todo se andará jejeje
EliminarTiaaa me superencanta!!!!! Ya me tienes atontá los lunes y los jueves esperando el capitulo. Con lo mal que llevo las esperas, jejejejeje. Y Andrea mi personaje favorito jijiji. Besitosss guapiii!!!
ResponderEliminarbesos guapaaaa!!!
EliminarOMG... me encanta Álvaro y su personalidad de bueno y profesor correcto... Felicidades
ResponderEliminarA la espera del siguiente. ..
Eres Éxito
gracias. hasta el jueves!
EliminarEstoy segura que la carta es del "Lobo", supongo que hay que esperar pero eso es lo que creo!
ResponderEliminarAcabo de ver tu comentario. Ahhh puede ser de él o de Álvaro, yo no digo nada jeje
Eliminargracias por leerme!
besos
Me gusta la historia, seguiré con las pxmas "cartas". Me tiene enganchada.Sólo un detalle: es craso error, no grasso error. Saludos
ResponderEliminarMe alegro que te tenga enganchada :) muchas gracias por leerme, y espero que la historia te siga atrapando
EliminarGracias por el detalle. Lo cambio ahora. La verdad que a veces es difícil ver los fallos porque publico los capítulos conforme los voy escribiendo.
un beso!