viernes, 21 de febrero de 2014

GANDYCCIÓN

El relato de hoy está protagonizado por dos personas muy muy especiales: Lau, una amiga, y David Gandy, ese modelo de ojos azules y cuerpo de infarto.

¡Espero que os guste!

Lau, va por ti ;)

GANDYCCIÓN

Paraguay, 12. Am.
Es verano, y hace un calor pegajoso. El tipo de calor húmedo que se adhiere al cuerpo y no abandona, por muchas duchas que reciba la piel. Lau corre hacia la entrada de su empresa, sudorosa por la carrera maratoniana que ha llevado a cabo para cumplir con el trabajo. Ella es organizadora de eventos, y ante todo, una chica muy trabajadora. Aunque los libros la atrapan demasiado, y en ocasiones, ha llegado al trabajo con unas ojeras terribles a causa de la lectura de madrugada.

Podríamos decir que Lau es una chica corriente. Como tú, o como yo. Amiga de sus amigos, divertida y apasionada de las historias de amor. Incluso tiene sus pequeñas manías, como todos. Yo soy adicta al helado de plátano y chocolate de Ben&Jerrys. Ella es una adoradora de David Gandy. ¿Ves como la protagonista de nuestra historia es tan normal como tú o como yo?

Al llegar a la empresa, Lau recibe una notificación de Facebook. Son sus amigas, felicitándola por su cumpleaños. Bueno, por su cumpleaños no. Exactamente la están felicitando por el cumpleaños de David Gandy, ¿Quién no se permite soñar?
—Señorita Rojas—la saluda su jefe.

Lau se echa su cascada de pelo castaño hacia atrás, rueda sobre sus talones y mira a su jefe. Le ofrece una sonrisa sincera, y sus ojos se achinan como cada vez que sonríe. Cuando la ves sonreír, sientes que ves a la verdadera Lau. Una chica sencilla y honesta, adicta a los libros y que, en este preciso instante, no puede prestar demasiada atención a su jefe. Está pensando en sus cosas, y para qué engañarnos, la imagen de David 
Gandy en bóxer es mucho más seductora que el discursito de su jefe.

—¿Señorita Rojas, me está usted escuchando?
Ella parpadea repetidas veces, de manera casi inocente. Realmente no hizo nada malo. Sólo pensar en David Gandy. Demasiado perfecto. Todo músculos de acero, cuerpo bronceado e intensos ojos azules.
—Sí, claro que te estaba escuchando. Y para que veas lo que me gusta escucharte, ¿Por qué no me repites otra vez lo último que has dicho?
Su jefe carraspea, un poco irritado. Al final, la expresión de su rostro de suaviza y termina por sonreír. Adora a Lau, una buena chica bastante trabajadora, que a veces, se pierde en sus cosas.
—Esta noche tienes que organizar un cumpleaños.
—¿Un cumpleaños, esta noche?
—Sí, esta noche, ¿Qué tiene de raro?

Sólo que ella pensaba pasar la noche con sus amigas. ¡Por Dios! ¿Quién celebra su cumpleaños de noche?

—¿De quién es?
—Un modelo masculino. No tengo ni idea de quién. Sólo sé que tienes que preparar algo elegante y selectivo.

Lau lo tuvo claro. De nuevo, le tocaba lidiar con otro de esos modelos orgullosos y pomposos. Uno de esos con cara de niña, inteligencia escasa y polla pequeña, ¡Lo que faltaba!

Ella prefería modelos como David Gandy. Hombres, al fin y al cabo. De aspecto masculino, mirada penetrante y complexión musculosa.

De inmediato, se puso a trabajar. Las obligaciones estaban por encima de todo, aunque en ese preciso instante, ella deseara estar en compañía de David Gandy, con él masajeándole la espalda y susurrándole en un seductor acento británico: “¿Más crema, nena?”.

Al cabo de varias horas, Lau tenía preparado el evento. Una bonita recepción en la playa, a pocos metros del agua cristalina. Con un toque ibicenco y chic. Tonos blancos, canapés y zumos tropicales, hamacas…

Contrató al personal necesario, pero antes de irse a casa, opinó que lo mejor sería pasarse por allí para observar que todo marchara según lo previsto. La fiesta ya estaba colapsada, y lo que le sorprendió fue ver a tantas modelos femeninas de piernas largas y melena oxigenadas. Eran como copias manufacturadas. Muy rubias, muy altas y muy bronceadas.

Al percatarse del ambiente alegre, supuso que todo andaba según lo previsto. Aún así, se dirigió a una de las camareras y le preguntó sobre el cumpleañero. Lo mejor sería cerciorarse de que todo andaba según lo previsto.

—¿El cumpleañero? ¡Deberías verlo! Es el hombre más atractivo que he visto en mi vida. Es todo ojos y sonrisa—la chica lanza un suspiro lánguido.
—Sí, otro de esos modelos andróginos con cara de muñeca. Ya he visto demasiados—replicó ella.

De repente, el rostro de la camarera puso cara de circunstancia. Señaló hacia la espalda de Lau, y ella, que era una chica muy rápida, comprendió que el cumpleañero estaba justo detrás de ella, y que con toda seguridad, lo había escuchado todo.

Se fue dando la vuelta muy lentamente, retrasando a conciencia el momento de su encuentro. Debería haberse estado calladita. Mejor aún, debería haberse quedado en casa leyendo la novela de Chloe Santana.

En cuanto se dio la vuelta, su ropa interior cayó al suelo. El rostro, definitivamente, no era andrógino. El cuerpo, ¡Madre mía! El cuerpo estaba cincelado por el mejor escultor. Y sus ojos…esos ojos.
Ojos de un profundo azul. Tan inmensos como el océano. Tú definitivamente podías perderte en ellos si los miraba por más de un minuto.
¡David Gandy!
Los ojos de Lau se abrieron tanto que pudo rozar sus párpados con sus pestañas. Él la miraba, y una sonrisa amplia cruzaba su rostro. Al menos no estaba enfadado…no, él no estaba enfadado. Parecía contento. Ilusionado. Quizás no la había oído. ¡Por favor que no la hubiera oído!
Foto de David Gandy

—¿Realmente tengo cara de muñeca?—le preguntó él, sin perder la sonrisa.
Lau se puso roja de la cabeza a los pies, y su frente comenzó a sudar copiosamente. Las palabras temblaron en su voz cuando las dijo, y casi sintió como si se desmayara.
Toda la vida esperando encontrarse con David Gandy…y ahora que lo tenía justo enfrente, lo único que deseaba era que la tierra la tragara.

—Yo…no tenía ni idea de que eras tú.
—¿Yo?—pregunto él con modestia.

¡Sí, David Gandy!
¿Quién si no? Él tipo de facciones masculina, cuerpo de infarto y ojos más bonitos sobre la faz de la tierra. Sí, él. David Gandy.

Llevaba un jersey gris, una simple camisa blanca y unos pantalones oscuros. Se evidenciaba en él una elegancia innata. El tipo de elegancia que, o la tienes, o te buscas un personal shopper.

Tenía el pelo ligeramente despeinado, como si él se hubiera pasado los dedos por el oscuro cabello, peinándolo de manera desordenada. Y su barba cuidada, en la que lucían labios carnosos y tentadores. La joya de su rostro eran sus ojos. Ojos azules y limpios. Y cuando te miraba, tú podías reflejarte en ellos.

—Es una fiesta increíble. Hiciste un gran trabajo. Gracias—le dijo él, en ese acento británico que ella siempre había soñado escuchar.

¿Lo insultaba y él le daba las gracias?

¡Sí! Definitivamente este era el hombre de sus sueños. La mezcla perfecta de atractivo y encanto.

—De nada, ¿Está todo a tu gusto?
—Ahora sí—respondió él, con una voz profunda y misteriosa.
Ella tembló de la cabeza a los pies, y tuvo que agudizar su oído para mantenerse serena.

¿Estaba David Gandy intentando ligar con ella?

Una modelo manufacturada llegó hasta donde se encontraba, y agarró a David del brazo. Era todo sonrisas y ojos verdes, y Lau la odio. Sólo un poquito.
—¡David! ¿Por qué no vienes a la fiesta? ¡Es tu cumpleaños!
David miró a Lau al hablar.
—Estoy bien aquí.
De nuevo, ella sintió esa creciente y turbulenta oleada de excitación.
—¿Y tú quién eres?—preguntó despectivamente la rubia.

Por primera vez, la modelo reparó en ella, y la contempló de la manera en la que lo haría una amante despechada. Con profundo odio y remarcado desprecio. Y por qué no, con un pelín de altivez, que se expresaba en su barbilla alzada.

—Soy la…
David no la dejó continuar.
—Es la organizadora. Se llama...—él la miró autoritariamente.
—Lau—respondió sin dudar.
—Lau, y ha organizado mi cumpleaños, ¿No te parece estupenda?—le preguntó David.
—Sí, la fiesta es increíble—replicó la rubia con desgana.
—Me refería a Lau—dijo, sin apartar los ojos de los de ella.
Lau sintió como un escalofrío recorría toda la parte baja de su espalda. Además, una gran satisfacción se acumuló en su pecho al ver el rostro rígido de la rubia.
—Gracias. Yo sólo he hecho mi trabajo. Eso es todo.
—De haberlo sabido, habría celebrado todos mis cumpleaños contigo—respondió él.
Una camarera llegó hacia ellos con una bandeja en la mano. Todos cogieron una copa, pero Lau estaba tan impresionada por lo que estaba sucediendo que no pudo evitar que la copa resbalara entre sus dedos temblorosos y cayera, maldita suerte la suya, sobre la camisa blanca inmaculada de David Gandy.
—Lo siento mucho—se disculpó.

Corrió a coger una servilleta mientras David se limpiaba como podía, y al volver a acercarse a él, se encontró con los chillidos insoportable de la rubia.

—¡Ay, David, tu camisa! Mira lo que has hecho, ¡Será mejor que te vayas!
David le echó una mirada amonestadora a su amiga. Trató de aparentar una sonrisa conciliadora y se volvió hacia Lau.
—Es sólo una camisa—sentenció.
—¡Pero es el día de tu cumpleaños y te has manchado!—replicó la rubia, en  tono acusador dirigido hacia Lau.
—Sé cómo acabar con esa mancha. Si me dejas la camisa…—se ofreció.
—De ningún modo—atajó la rubia.
—Es toda tuya—concluyó David—te espero en el cuarto de baño.

A Lau se le plantó una sonrisa bobalicona en la cara. De no ser porque tenía que limpiar una camisa, ella hubiera podido soñar con que él le prometía otra cosa.
¡Uf!

Se sintió acalorada por momentos.

Ante la mirada atónita de la rubia; Lau comenzó a rebuscar en su bolso. En la cocina había bicarbonato, y ella tenía un potente quitamanchas para ocasiones como ésta. Aunque claro, una nunca estaba preparada para una ocasión con David Gandy.

Sin pensárselo, caminó segura hacia el cuarto de baño y llamó a la puerta. La voz de David le indicó que pasara, y cuando abrió la puerta, se encontró con el torso desnudo de él. Ansío lamer esa tableta de chocolate, apenas cubierta por un fino vello oscuro. David Gandy era la esencia del erostismo en persona; y la boca se le secó cuando observó cómo se perdía el vello oscuro bajo el elástico de los pantalones.
—La camisa—pidió con voz ronca.

Él se la dio sin rechistar, y mientras ella se afanaba en limpiar, frotando quizá más furiosamente de lo debido, él la contemplaba fijamente. Se sintió desnuda bajo sus ojos y volvió a acalorarse. Trató de tranquilizarse, pero cuando él colocó una mano grande 
sobre la suya, ella soltó la esponja de inmediato.

—Mujer, no tan fuerte—la palabra mujer sonó en sus labios con la rudeza perfecta.

Así era el modelo. Rudo y sexy. Masculino.

Lau se agachó para recogerla la esponja, y cuando subió, rozó sin intención los labios de él. Su barba le hizo cosquillas al besarlo levemente, y ella se quedó allí parada más tiempo del necesario. Él la sostenía por los hombros, y su piel quemaba bajo su toque. Casi parecía que quisiera retenerla.  Finalmente, separó sus labios de los de él.
—En un minuto acabo—le dijo, por decir algo.
Él siguió con las manos sobre sus hombros.
—¿Por qué quieres irte tan rápido?—le preguntó bruscamente.

Tiró de su cuerpo hacia el suyo y la besó salvajemente. Como un beso de película. Lau quiso congelar ese momento en el tiempo, pero lo que estaba sintiendo era demasiado vívido para anclarlo en el pasado. Sus labios se frotaban sobre los de ella, y su boca ansiaba capturar la suya.

¡Y él besaba…cómo besaba!

La abrazaba contra su cuerpo, mientras ella  podía sentir la respiración agitada de él, lo que la enloquecía. Sus manos la agarraban del trasero, acercándola hacia la erección de sus pantalones, y su rodilla separa su muslos.

Él apenas separó los labios de los suyos para hablarle.

—No sé que tienes…no sé quién eres…pero desde que te he visto me he sentido muy atraído por ti.
Él le mordió el labio, como si quisiera demostrárselo. Volvió a besarla, esta vez de manera más urgente, como si acaso aquello fuera posible. La subió sobre la pila del baño, y allí, en el minúsculo cuarto de baño de una playa, se amaron. Piel contra piel, ropa desecha y cuerpos sudorosos.
Cuando terminaron, cada uno se vistió por su lado. Lau apenas podía creer lo que había pasado, y él…él simplemente parecía tranquilo.

—¿Nos vamos de la fiesta?—le pregunto él, ofreciéndole una mano.
—Pero si has dicho que es una fiesta fabulosa…
—Porque estás tú.

Ella sonrío de oreja a oreja.
Agarró su mano sin dudarlo, y salieron de la fiesta ante la mirada incrédula de la rubia. Caminaron por la playa, con los pies descalzos y los dedos entrelazados. David la miraba, como si hubiera descubierto al ser más maravilloso y único del mundo.

—En cuanto te vi, supe que éste iba a ser un cumpleaños muy especial.
—¿Y lo fue?
—Definitivamente—asintió él, muy serio.

Lau se rió tontamente, y él la tiró sobre la arena, plagándola de besos sin ton ni son en los sitios más recónditos de su cuerpo. Ella sonrió otra vez, y sus ojos se achinaron como cada vez que estaba contenta. Sólo que esta vez no estaba contenta. Estaba feliz.
Por fin, aquella gandycción suya se había curado.



















5 comentarios:

  1. Wooow sin palabras...bueno no... con muchas pero incoherentes ahora mismo jajajjajajjaa .
    GENIAL!

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  2. El mejor relato lejosssss!!!! Que buen gesto te merecessss Lau mi vida!!!!

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  3. Hola Celeste! Me alegro que te gustase el relato ^^

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