CARTAS
CON SABOR A LIMA
SINOPSIS
Lola
siente que, a sus 17 años, está de vuelta de todo. Sabe que la vida
es un lugar feroz en el que comes o eres comido.
No
hay nada peor que estar enamorada de “el chico de al lado”, quien
resulta ser su profesor de literatura; y ni siquiera el hecho de
sentir una extraña atracción por el enigmático Logan puede
consolarla.
Pero
todo se vuelve más caótico el día que recibe la primera de una
larga lista de cartas firmadas por alguien que parece conocerla mejor
que sí misma, y que descubre todos sus anhelos con unas palabras que
rozan su alma como jamás nadie lo ha conseguido antes.
¿Quién
es el misterioso escritor? ¿Por qué la vida te golpea cuando menos
te lo esperas?
Mientras
intenta descubrir la identidad de su admirador secreto, Lola se
adentra en los peligros de hacerse adulto, donde enamorarse parece
ser el menor de sus problemas..., o tal vez no.
***
CAPÍTULO
1: DESENCUENTROS A LA HORA DE LA CAMPANA.
Lola es la protagonista de esta historia. Una chica muy calladita
Aquel
día había pasado de ser una prometedora mañana a convertirse en un
aciago desencuentro con su profesor de literatura. Todo comenzó una
hora antes de la llamada del timbre escolar que ponía fin a una
tediosa jornada escolar para iniciar la salida de chicas que había
previsto con sus amigas, en la que comprar el disfraz con menor tela
posible para la noche de Halloween se convertía en algo prometedor y
excitante.
La
profesora Morales había salido de clase con la excusa de buscar una
fotocopia, a pesar de que todos los alumnos conocían su tórrido
romance con el director del instituto, pues ambos aprovechaban
aquellas excursiones de pocos minutos para dar rienda suelta a la
pasión como si fueran dos adolescentes en pleno apogeo de las
hormonas. Mientras tanto, Lola y su amiga Andrea salieron al pasillo
para cotillear a sus anchas sobre el embarazo sorpresa de Cristina,
la compañera que llevaba faltando a clase desde hacía un par de
semanas por una supuesta enfermedad contagiosa.
─Lo
único que puede contagiarnos es su estupidez. Cristina es tan ligera
de cascos que lo extraño es que no se hubiera quedado embarazada
mucho antes ─comentó Andrea, en tono malicioso ─, pero que no se
preocupe. Ese problema se soluciona a los nueve meses.
─¡Andrea!
─la censuró su amiga, apretando los labios en un gesto censurador
─. No hables así de esa pobre chica. No me gustaría que ninguna
de las dos estuviésemos en su lugar. Al fin y al cabo, tenía unas
notas excelentes y juraría que una carrera prometedora...
Andrea
desdeñó aquel comentario con un gesto de mano.
─Dicen
que el profesor Aguado se enteró de su estado al pillarla en una
farmacia comprando un test de embarazo, y que por eso la obligó a
contárselo a sus padres.
Lola
se mordisqueó el pulgar muy nerviosa.
"El
profesor Aguado".
Aquel
hombre la sobresaltaba con tan sólo mencionar su nombre en voz alta.
Su vecino, un tipo que le había parecido encantador a primera vista,
con un pastor alemán al que se había ofrecido a pasear todas las
tardes por un módico salario que, teniendo en cuenta la holgada
situación económica de sus padres, no necesitaba. Se había pasado
el verano entero suspirando por él, y es que el profesor Aguado
conseguía aquel efecto en todas las mujeres, incluidas las
alborotadas alumnas a las que impartía literatura.
Pero
con Lola era distinto, y ella lo sabía desde la primera vez que lo
vio. Para ella no había sido el profesor Aguado, pues en aquel
verano de libertad, lo había conocido como Álvaro, el atractivo
hombre recién licenciado de veintitantos que le recomendaba libros y
con el que tenía charlas de lo más interesantes que con cualquier
chaval de su edad habrían desembocado en una pregunta inevitable
acerca de su talla de sujetador.
Álvaro.
Dejó
escapar el aire y se apoyó sobre la pared, mientras escuchaba
vagamente los comentarios que Lola vertía sobre el barrigón que se
le iba a poner a la pobre Cristina.
Álvaro.
Cuánto
había cambiado el día en el que ambos descubrieron que eran
profesor y alumna. Desde entonces, los paseos a Simba, su perro,
habían quedado suspendidos, y en un encuentro fortuito de camino a
su casa, él le dijo, con visible molestia cuando ella se le acercó
para saludarlo, que su relación debía basarse en la estrictamente
docente que relacionaba a un profesor y alumna.
Qué
tipo tan presuntuoso, desagradable, y ... atractivo.
─¿Estás
ahí? ─Andrea le dio dos toquecitos en la frente al sentirse
ignorada.
─El
profesor Aguado es un tipo de lo más entrometido, ¿No te parece?
Debería haber dejado que Cristina solucionara sus problemas por sí
misma, al fin y al cabo, sólo es nuestro maestro.
─Pues
a mí me parece que hizo bien. Tenía que contárselo a sus padres, y
no me hubiera gustado estar en el lugar del profesor,
aunque...pensándolo mejor, estar en el lugar de Cristina es
muchísimo peor, ¿No te parece?
Andrea
soltó una risilla que Lola apaciguó sacudiendo la cabeza.
─Me
parece que eres una víbora ─soltó con la suavidad necesaria, pues
era incapaz de enfadarse con su amiga ─. Y por supuesto, no tienes
razón. El profesor Aguado es la clase de persona que cree tener una
flor en el culo. Es capaz de repartir insuficientes a diestro y
siniestro, pero es un pedante insoportable incapaz de recibir una
mala crítica.
Andrea
apretó los labios e inclinó la cabeza en un gesto que su amiga no
logró comprender, pues continuó con su perorata.
─¿Qué?
Es la verdad. Se idolatra así mismo. Es insufrible, estoy deseando
perderlo de vista.
─Me
temo que por ahora eso es imposible ─replicó una voz grave a su
espalda.
Lola
sintió que el mundo se le caía encima al escuchar la voz del
profesor Aguado. Se llevó las manos al rostro y soltó un gemido de
terror. Con el rostro lívido y el corazón encogido, se dio la
vuelta para encontrarse con la expresión tensa del profesor Aguado,
quien le lanzaba una mirada atravesada capaz de derretir el Polo
Norte.
Evidentemente, el aspecto del típico profesor de literatura que todos hemos tenido alguna vez.
─Buenos
días, profesor. Y sólo para saber a lo que me enfrento, ¿Cuánto
de lo que he dicho ha escuchado? ─le preguntó, fingiendo una
entereza que no poseía.
Andrea
tiró de la manga del chaleco de su amiga, tan aterrorizada como la
propia Lola.
─Desde
lo de la flor en el culo hasta la parte en la que me tachaba de
insufrible. Todo, señorita Alcázar.
A
Lola le tembló la barbilla antes de poder articular una sola
palabra.
─Lo
lamento muchísimo, profesor Aguado. Se lo juro.
Al
profesor Aguado le brillaron los ojos con algo peligroso antes de
decir:
─¿Lamenta
que lo haya oído todo o lamenta haber dicho tales cosas? ─la retó.
Lola
tragó con dificultad mientras se ponía tan roja como el color del
extintor que colgaba de la pared. Deseó convertirse en la mujer
invisible, escapar por la ventana y correr hacia su casa para meterse
en la cama y llorar a lágrima viva.
Dentro
del aula, un tumulto de alumnos curiosos se habían desplazado hacia
la puerta, y sus cabezas sobresalían las unas sobre las otras para
escuchar aquel encontronazo con el profesor Aguado.
─Las
dos cosas.
─Muy
bien, señorita Alcázar, puede retirarse. Lo último que quiero es
importunarla con mi insufrible presencia.
Desde
el interior de la clase se escucharon unas risillas de lo más
inoportunas que el profesor Aguado solapó con una mirada iracunda.
Lola
agachó la cabeza para entrar en la clase y así poder perderlo de
vista, pero la voz grave del hombre la detuvo de inmediato.
─Por
cierto, espero que cuando vea su nota del examen no crea que se debe
a la opinión que usted tiene de mí. Me trae sin cuidado, y jamás
podría aprobar a una persona que cree que hito
se
escribe sin hache.
El
estruendo de carcajadas que siguió a aquel comentario la convenció
de una cosa: el profesor Aguado no era insufrible; era imbécil.
Jamás podría perdonarle aquel comentario que la tachaba de
ignorante frente al resto de compañeros de su clase. Y a pesar de
que su amiga Andrea le palmeó la espalda y le ofreció algunas
miradas de consuelo, su rostro enrojecido tuvo que soportar las
burlas de sus compañeros de clase, comandadas por la petarda de
Vanesa.
─Eh,
Lola, Seguro que ahora dejas de mirar de hito en hito con cara de
boba al profesor Aguado cuando explica en clase ─soltó Vanesa,
para hacerle daño.
─A
lo mejor si le quitas la hache lo entiende ─añadió una de sus
seguidoras, comentario que se ganó la risotada general de la clase,
exceptuando a Lola y Andrea, quienes no se rieron
***
"Por
fin", pensó en silencio, cuando la campana marcó el final de
aquella desastrosa jornada de clase.
Lola
se echó la mochila al hombro, y con un asentimiento de cabeza para
despedirse de Andrea, se marchó de clase todo lo rápido que pudo,
para no tener que soportar las continuas burlas de sus compañeros.
No
estaba acostumbrada a ser la cabeza de turco de aquella jauría de
lobos, así que las críticas malignas le sentaron como un jarro de
agua fría en pleno invierno. Refunfuñando por ser la pelele del
aquel día, se dirigió a su casa arrastrando los pies, y con las
manos metidas en los bolsillos.
Por
primera vez en su vida, agradeció cobijarse bajo la vestimenta
ordinaria del uniforme escolar que tanto aborrecía, pues en aquel
paseo de regreso a casa, tan sólo deseaba ser una chica normal, con
una vida anodina y los desvaríos propios de cualquiera de su edad. Y
en cierto modo, podía decirse que sí que lo era, obviando un
pequeño detalle que, desde hacía varios meses, trastocaba su
sencilla existencia y le arrebataba el sueño por las noches.
¡Estaba
colada por su profesor de literatura!
Desde
aquella fatídica mañana en la que él se había presentado delante
de su clase como su tutor y profesor de literatura, estuvo segura de
que si hubiera conocido aquel dato, sus sentimientos hacia él serían
muy distintos. Lo había conocido de manera accidentada, pues era la
clase de chica de su edad que pocas palabras cruzaba con sus vecinos,
y desde entonces, por más que intentaba relacionarse con gente de su
edad, los encontraba vacíos, aburridos y carentes de aquel poder
magnético que Álvaro poseía sobre ella.
El
pastor alemán de Álvaro había saltado la valla que separaba las
dos casas para corretear tras el gato de Lola, quien asustado, se
había encaramado a la rama de un árbol de la que le fue incapaz de
bajarlo por muchos gritos insistentes que le dirigió. Entonces,
aquel hombre apareció para dejarla con la boca abierta, medio
desnudo de cintura para arriba, pues estaba a punto de darse una
ducha cuando su perro se escapó por la puerta trasera que había
olvidado cerrar. Tras disculparse con educación, reptó por el árbol
con una habilidad que dejó a Lola perpleja, para luego coger al gato
con sumo cuidado y ofrecerle una nueva disculpa que ella recibió con
una sonrisa.
Sí,
estaba segura de que se había enamorado de él en el primer momento
que lo vio.
No se
parecía en nada a los chicos de su edad, lo cual lo hizo más
interesante, si es que era posible. Un hombre con todas las letras,
que rozaba esa peligrosa línea que separaba al tipo joven del hombre
adulto cargado de niños y obligaciones. Y ahí empezó todo.
Visitas
justificadas por excusas absurdas del tipo: “¿Puedes abrirme este
tarro? Yo no tengo fuerza...” “¡Huy, pero sí a mí me encantan
los perros! ¿Qué si me apetecería sacarlo a pasear? ¡Por
supuesto! “Ese libro que he visto sobre la mesa parece interesante,
¿Me lo recomiendas?”.
Trabaron
una amistad atípica en la que Lola, cada día, necesitaba tenerlo
más cerca. Se convirtió en su obsesión de los diecisiete, y lo
espiaba a todas horas, por la ventana, en el porche de su casa...
Se
sentía esperanzada al percatarse de que, pese a su atractivo, aquel
vecino suyo llamado Álvaro no recibía visitas femeninas. Las
miradas, los gestos espontáneos...todo le decía que, por mucho que
él se empeñara en mantener las distancias debido a la diferencia de
edad, entre ellos existía una tensión no resuelta difícil de
ignorar.
¡¡¡PUM!!!
Algo
duro la catapultó contra el suelo. Al sentir como su tobillo se
doblaba, soltó un alarido de dolor, mientras caía sobre un pecho
firme que la recibió entre unos brazos cálidos y de manos muy
largas.
─¡Eh!
¿Se puede saber qué haces? ─exclamó horrorizada, al sentir las
inconfundibles manos masculinas de un hombre en sus nalgas que, tras
su sorpresa, le taparon la boca.
Lola
abrió mucho los ojos, forcejeando encima de aquel cuerpo sobre el
que estaba tirada de mala manera. El extraño soltó un juramento, se
incorporó atrapándola por la cintura, y tras la visión fugaz de
algunos mechones rubios y una mandíbula angulosa, la alzó en brazos
para transportarla pese a su voluntad hacia un callejón estrecho muy
cercano.
En
cuanto la depositó en el suelo, Lola comenzó a gritar como una
energúmena. Y eso fue todo, pues unos labios suaves le callaron la
boca con un beso silencioso que le aceleró el corazón. Cerró los
ojos y soltó un jadeo por la sorpresa. Aún no le había visto el
rostro cuando él empujó su cuerpo contra la pared, y tomándola de
la cintura, la pegó hacia él mientras la besaba con reclamo.
Aturdida,
se dejó besar durante unos segundos. Sintió aquella boca cálida
sobre la suya, las manos de él en su cintura, apretándola de manera
autoritaria sin permitirle rechistar. Aquellos labios la besaron y
mordisquearon hasta dejarla sin respiración. La lengua de aquel tipo
le acarició el labio inferior, provocando el deseo prohibido que
rugió en su estómago. Pero cuando percibió la necesidad de aquel
desconocido, y la suya propia, se asustó y quiso quitárselo de
encima. Él, por su parte, le aferró la boca para obligarla a abrir
los labios. Lola no pudo más, y con la respiración entrecortada, lo
empujó fuera de su alcance para luego comenzar a golpearle el pecho
con los puños cerrados, destilando una furia inusitada en ella.
A todas nos ha pasado alguna vez que un extraño con este aspecto nos besara sin pedir permiso.
Atisbó
detalles como sus ojos azules, su cabello desordenado y su sonrisa
ladeada. Escuchó un estruendo de pasos acercarse, por lo que quiso
gritar para pedir auxilio, pese a que el desconocido se limitaba a
mantener los brazos en alto, deteniendo sus golpes.
─¿Por
dónde se ha metido ese ladrón? ¡Sigue por ahí! ─escuchó gritar
a alguien.
No
necesitó más de dos segundos para identificar al ladrón, quien
dedicándole una mirada de advertencia, la empujó de nuevo contra la
pared y retuvo sus muñecas por encima de su cabeza. La boca de él
se pegó a su frente, pues era varios centímetros más alto que
ella.
─Ni
una palabra, princesita ─le ordenó con voz queda. Lola, pese a
todo, hizo el intento de gritar, por lo que aquel tipo le aferró las
muñecas con una mano y le tapó la boca con la otra ─. Si
insistes, te taparé la boca con otro beso. Sé que te ha gustado.
Lola
lo calcinó con la mirada, pese a que se ganó una mueca de
aburrimiento por parte de su captor.
Al
tenerlo tan cerca, se fijó en sus facciones angulosas. La barbilla
estaba poblada por una barba castaña y poco espesa, los ojos azules
tenían una expresión distante, como si tuviera la mente en otro
sitio. Tenía pinta de ser un tipo inaccesible, de esos que causaban
problemas sólo de tenerlo cerca, ¡Y ella lo había descubierto en
pocos minutos en su compañía!
Tenía
un aspecto desaliñado, rebelde y casi prohibido. Una boca tentadora
que sabía lo que hacía, a pesar de que lo detestaba por su
comportamiento arrogante e injustificado. Por si fuera poco, todo
apuntaba a que se trataba de un ladronzuelo del tres al cuarto.
Supuso
que era mayor que ella, quizá cuatro o cinco años. No le interesó,
ni eso ni su actitud descarada. En cuanto los pasos se alejaron y él
aflojó el agarre, lo empujó lejos de su alcance y le propinó una
bofetada que la asustó incluso a sí misma. Jamás había golpeado a
un hombre, y era una chica lo suficiente tranquila y cauta como para
saber que no era buena idea el ir abofeteando a desconocidos en mitad
de una callejón solitario.
Aquel
tipo se llevó la mano a la mejilla enrojecida, se la acarició y le
lanzó una mirada difícil de desentrañar. En ese momento, Lola supo
que no iba a hacerle daño, pues se alejó de ella y caminó directo
hacia la salida del callejón, asomando la cabeza antes de atreverse
a salir.
─Eres
asqueroso ─le escupió ella, colocándose a su lado.
El
extraño no dio muestra de arrepentimiento, y con una mirada burlona,
le recorrió el cuerpo vestido con aquel uniforme de instituto hasta
hacerla sentir pequeña e insignificante. Repasó su faldita de
cuadros, la mochila a la espalda y el rostro turbado por la emoción.
En aquel momento, no había deseo ni nada parecido en los ojos
azules.
─Cuando
te estaba besando me ha parecido que pensabas todo lo contrario ─le
soltó, y Lola se puso colorada de rabia ─. No te emociones;
estabas en el sitio equivocado en el momento equivocado.
Con
aquella frase, se marchó corriendo dejándola con la palabra en la
boca. Lola tuvo que contener las ganas que sintió de gritar, y pese
a que le pareció oportuno seguirlo para recriminarle cuatro cosas en
voz alta, hizo acopio de su sentido común y se marchó camino de su
casa, esforzándose en olvidar aquel acontecimiento desagradable y a
aquel chico al que, con toda seguridad, no volvería a ver en su
vida.
Pero
el destino confabuló a su favor para que pudiera devolverle aquella
jugarreta, pues a escasos metros divisó a los hombres que lo
perseguían, y agazapado en una calle cercana, al chico que la había
besado para luego soltar un comentario mordaz que, para qué negarlo,
le había herido el orgullo femenino.
No
pudo evitarlo, y con una sonrisa que auguraba las peores intenciones,
ignoró la mirada iracunda ─que no suplicante─, con la que aquel
engreído la amenazaba en silencio desde la distancia.
Se
acercó como la jovencita displicente y educada que era, con las
manos recogidas tras la espalda.
─¿Buscan
a un chico rubio con pinta de macarra de barrio ordinario? ─les
preguntó.
Los
dos hombres la miraron asombrados y asintieron al unísono.
Lola
señaló al tipo que, ahora que corría calle abajo como un
desquiciado, no parecía tan intimidante.
─Pues
fíjense qué casualidad, ¡Por ahí va corriendo!
No se
detuvo a contemplar como aquel par de hombres echaban a correr tras
él, pues se encaminó con premura hacia su casa donde, como era de
esperar, su madre la estaba esperando con su mejor cara iracunda
debido a la tardanza, que se afanó en solapar con un beso en la
mejilla femenina y un abrazo al padre que nunca la sermoneaba.
Tras
almorzar, se metió directa en su cuarto, del que ni siquiera salió
tras los miles de mensajes telefónicos cargados de emoticonos de sus
amigas, quienes le insistieron en que se reuniera con ellas para
elegir el disfraz de Halloween. Sencillamente no estaba de humor, y
con una escueta respuesta, les pidió que eligieran el disfraz más
bochornoso que fuera posible.
Con
el rostro apoyado sobre el escritorio, intentó concentrarse sin
éxito en su tarea escolar, pues lo último que deseaba era suspender
el comentario crítico que Álvaro, es decir, el profesor Aguado, les
había mandado para mañana. Suspender no sólo sería una mal revés
para sus ansiadas ganas de ir a la universidad, sino que además, le
estaría brindando la oportunidad perfecta para ponerla en ridículo
delante de toda la clase, que al parecer, era su principal objetivo
en aquel maldito curso.
Pero
no pudo hacerlo, y en cambio, pese a que se esforzó en detestarlo,
recordó sin poder evitarlo uno de sus múltiples encuentros de aquel
verano que le había parecido mágico e inolvidable.
<<La
mano de Álvaro le rozó el codo cuando pasó por su lado. Sabía que
se trataba de un gesto involuntario, pues pese a que lo captaba
mirándola cada vez que creía que ella no se percataba, él se
empeñaba en mantener las distancias, para su fastidio.
Abrió
la nevera mientras le pedía con palabras amables que no se moviera
de donde estaba, lo cual era innecesario teniendo en cuenta que no
era capaz de hacerlo. Sacó una bolsa de hielo, la abrió y dejó
algunos cubitos sobre un paño de cocina. Con el improvisado remedio
en la mano, se acercó hacia Lola. Observó su rostro afligido por el
dolor y le dedicó una sonrisa amable.
─¿Puedes
caminar hacia la silla?
─Bueno...─lo
intento, pero aulló de dolor al posar la punta del pie en el suelo.
Álvaro
la detuvo pasando un brazo por debajo de sus piernas y otro por su
cintura. A ella se le escapó el aire al sentir que volaba sobre sus
brazos sin el menor esfuerzo, y se agarró a él como si le fuera la
vida en ello, pese a que sabía de sobra que ni la iba a soltar ni se
iba a caer. Acomodó la cabeza sobre su pecho, aspiró su olor y
sintió que estaba en la gloria. Disfrutó de aquel momento de
cercanía hasta que la depositó sobre una silla.
Sin
decir una palabra, alzó la pierna de Lola hasta colocar el tobillo
malherido sobre su muslo. Se había agachado ante ella, quien no pudo
evitarlo. Aprovechó aquel instante para acariciarle el cabello negro
con descaro.
Pese
a que no se apartó, frunció el ceño con cierta incomodidad.
─¿Qué
haces?
─Tenías
algo en el pelo ─le mintió.
Supo
que él había adivinado que era mentira, por ello agradeció que
sonriera para no dejarla en evidencia. Era una pésima mentirosa; de
hecho, siempre lo había sido. Se le notaba a leguas que Álvaro la
afectaba. Lo buscaba a todas horas con la mirada, e iba a su casa con
cualquier excusa tonta con tal de tenerlo un poquito más cerca y
disfrutar de su compañía el mayor tiempo posible. Sonreía como una
boca cada vez que se lo encontraba en la puerta, y por qué no fingir
que él se alegraba tanto de verla, y que aquella sonrisa que
iluminaba su rostro la tenía sólo para ella.
Acercó
el paño helado a su tobillo, y le agarró la pantorrilla con la otra
mano para que no alejara la pierna de manera instintiva. Lola apretó
los labios, pero enseguida se le pasó el dolor, persistiendo una
leve sensación molesta que se difuminó al sentir sus dedos sobre la
piel.
Cuánto
agradecía llevar unos pantalones cortos, pues sentir sus dedos sobre
la piel desnuda fue la mejor de las caricias. En nada se parecía a
los besitos castos que había compartido con algún que otro chico.
¡Esto
era mejor, mucho mejor!
Más
ardiente, prohibido, tentador y adulto.
─¿Cómo
dices que ha sucedido? ─le preguntó, visiblemente preocupado.
─Simba
ha visto a una perrita y ha arramplado conmigo y con las macetas de
la Señora Martinez. No he sido capaz de dominarlo. Por cierto,
nuestra vecina opina que tienes a un bicho peludo al que deberías
enseñar modales. Creo que vas a tener que doblarme el salario,
porque después de mi respuesta, me va a negar el saludo y esos
dulces tan apetitosos que me regala en navidad.
Aquel
comentario se ganó la carcajada de Álvaro, quien le acarició la
mano con ternura, muy divertido. Lola suspiró de placer, deseando
que volviera a repetir el gesto.
─¿No
eres muy mayorcita para comer dulces? ─replicó con encanto.
Se
mordió el labio con coquetería, y respondió:
─Un
dulce no amarga a nadie, ¿Verdad?
La
asustó el tono sexual y explícito que contenían aquellas palabras,
y a Álvaro le entró una tos nerviosa que trató de disimular
apartándose de ella.
─Creo
que deberías ir al médico, ¿Quieres que llame a tus padres?
─Definitivamente,
ahora me siento muchísimo mejor ─respondió con descaro,
levantándose para estar a su lado.
Álvaro
se alejó de ella, pero fue incapaz de apartarle la mirada. Por
primera vez, sintió que la miraba con hambre, como la mujer que era,
y no como la niña que él creía ver.
─Menos
mal. No me perdonaría que te hubiera pasado algo ─replicó, en un
tono que dejaba entrever más de lo que estaba dispuesto a admitir en
voz alta. O eso le pareció a ella.
─Puedes
invitarme a cenar con ese asado del que tanto presumes ─le soltó
de pronto con picardía.
─Lola,
no creo que eso sea...
─¿Qué
hay de malo en una cena entre amigos?
Álvaro
se pasó la mano por la barbilla, visiblemente nervioso.
─Tú
y yo no somos amigos.
─¿Y
entonces qué somos? ─musitó.
─Vecinos.
─¿Nada
más?
Sintió
que Álvaro temblaba a su lado.
─Lola...
¿Cómo
podía haber cambiado tanto de la noche a la mañana?, se preguntó a
sí misma, mientras por su mente pasaban imágenes de la apetitosa
cena, las risas compartidas y las caricias ─supuestamente
involuntarias─ que habían compartido aquella noche.
Conoció
la respuesta al percatarse de que, desde el porche de su casa, Álvaro
la observaba con una expresión difícil de desentrañar. Distante.
Se
quedaron mirando durante un rato hasta que Lola, para su sorpresa,
corrió la cortina para perderlo de vista.
Él
había cambiado porque ahora era su profesor, y si se empeñaba en
comportarse de una manera tan desagradable, ella estaba dispuesta a
pagarle con la misma moneda.
Profesor
y alumna.
¡Qué
así fuera!
***
Logan
apoyó la cabeza sobre la pared de la celda, mientras escuchaba el
monótono discurso que su tío le tenía preparado. No le importaba,
en absoluto. Agradecía que su tío le llenara la cabeza de
represalías incómodas, pues así evitaba pensar en aquella
chiquilla, el sabor de su boca y la mirada retadora, cargada de
malicia, que le había ofrecido antes de delatarlo.
─¿Me
estás escuchando? Pasarás la noche en prisión. No sé en qué
estabas pensando...¡Maldita sea! ¡Préstame atención! ¿Me oyes,
Logan? ─el tono iracundo de su tío comenzó a provocarle dolor de
cabeza.
─Es
difícil no hacerlo teniendo en cuenta que no paras de gritar
─respondió en tono glacial.
─Eres
un niñato..., deberías haberte quedado con tu madre ─escupió su
tío con furia.
Logan
se agarró a los barrotes para pegar su rostro al de él.
─Cuidado
─le advirtió, de una manera que no daba opción a réplica.
Había
pocas cosas que le importaran en esta vida. Su madre, o lo que
quedaba de ella, formaba parte de ese selecto grupo por el que estaba
dispuesto a matar.
Su
tío, preso de la desesperación, agachó la cabeza apesadumbrado.
─Lo
siento...no quería...
─Vete
por donde has venido. Por menos de cuatrocientos euros no me pueden
tener mucho tiempo encerrado aquí dentro.
En su
fuero interno, maldijo el momento en el que tomó la decisión de
robar aquel abrecartas. Lo hizo movido por el instinto de venganza, a
pesar de que él no era un vulgar ladrón. Por suerte, lo único que
le importaba estaba guardado en su bolsillo.
Aquel
pliego de papel que lo había llevado hasta la cárcel sí que
merecía la pena.
─Carla
me ha llamado. Está muy preocupada por ti ─le informó su tío,
con toda seguridad para que recapacitara en su actitud, pues la
susodicha no era santo de su devoción, si es que alguien podía
cumplir sus estrictas aspiraciones.
Ah,
Carla.
Cuanto
menos curioso que se creyera en disposición de hacerle
recriminaciones absurdas por haber compartido un simple revolcón.
Tras salir de la cárcel, tenía que dejarle las cosas claras. Por su
bien, y por el suyo propio. No era una persona a la que coger cariño,
pues iba y venía de un lado para otro, sin detenerse a pensar en las
personas que dejaba a su paso.
─Yo
también estoy preocupado por ti ─le anunció con pesar.
Logan
se sentó sobre sus rodillas en una esquina de la celda. Le respondió
sin mirarlo. Estaba cansado, muy cansado. De todo en general. De la
vida, las miserias que lo rodeaban y sus ansias de acabar con aquel
problema de una vez por todas.
─Déjame
en paz ─masculló con violencia, como cada vez que alguien se
preocupa por él.
Escuchó
como los pasos de su tío se alejaban para dejarlo solo, pegó la
cabeza a la pared y cerró los ojos. En lo último que pensó antes
de que el sueño se apoderara de él fue en aquella jovencita a la
que, con toda seguridad, encontraría para darle una lección.
Nadie
se reía de Logan Taylor.
¿OS HA GUSTADO? ¿QUÉ OS PARECE LOLA? MMM...¿QUÉ SECRETO OCULTA LOGAN TAYLOR? Y SÍ, SU AMIGA ANDREA ES UN POQUITO VÍBORA, PERO ES BUENA GENTE :)
¡NO OLVIDES COMENTAR!!!
¡NO OLVIDES COMENTAR!!!
Me encanta!!!!!! Cual es el secreto de logan??? Que pasara entre lola y alvaro??? No aguanto la espera!!! Sube el siguiente!!!!! Puede ser hoy???? Jajajajaj ;)
ResponderEliminarMuchas gracias¡ Me alegra que te haya gustado!
EliminarMe gustó mucho!!! a ver como sigue!!!
ResponderEliminar¡Gracias! El jueves más y mejor ;)
EliminarMuy bueno con ganas de saber cual es el secreto de logan omg sube el otro capítulo hoyyyyy x favor jajajaja
ResponderEliminar¡Me alegro! Pròximo capítulo este jueves¡!
EliminarGuapi!!!!! Me encanta, quiero más quiero más, jajajajjaja, 2 capitulos por semana es muy poco, ������.
ResponderEliminaray, es que no me da tiempo a más jajajaja estoy liada con las correciones de mi próxima novela y las opos T_T
ResponderEliminarpero si me comenta mucha gente quizás me animo! jjejej
Ya queremos el próximo capitulooooo esta buenísima la historia! Gracias Chloe por tu ingenio y por tus novelas tan entretenidas, me dejas picada con esta novela espero que puedas subir el capitulo pronto! :D Saludos guapa!
ResponderEliminar¡Gracias! Sí, este jueves habrá nuevo capítulo :D
EliminarMe ha gustado muchooo y quiero masss con los curiosa quw soy
ResponderEliminargracias! me alegra que participéis!!
ResponderEliminarQue buena pinta...! Estoy deseando leer el siguiente capitulo. Enhorabuena chloe. :*
ResponderEliminar¡Me alegra saber que te gusta!!! El jueves nuevo capítulo!
Eliminar¡Me ha encantado! Lola tiene a una amiga muy viperina la joia y un profesor de coco y huevo, antipatico al máximo. DESEANDO QUE SEA EL LUNES PARA SEGUIR LEYENDO
ResponderEliminarMe gusto mucho demasiado interesante, te deja con ganas de saber más...
ResponderEliminarMe he divertido mucho con Lola me encanto el primer capitulo no puedo esperar para el lunes esta muy entretenido Chloe sos un sol
ResponderEliminarMe encatooo!!! Adoré este trio, un serio, un rebelde y una chica terrible. Muro por saber mas. Ahhh, para mi el profesor esta loquito pr Lola ;)
ResponderEliminarMe encanto, que hay en ese papel q esconde logan.
ResponderEliminarAlvaro sentira celos de Logan
Por fa el jueves.... ♡♡♡
¡GRACIAS! <3
ResponderEliminarK buena historia ya me dejaste con ganas del siguiente. . Uyuyuy chico malo a la vista...Jajaja k me gusta...
ResponderEliminargracias!!
EliminarMe esta gustando así q a esperar el próximo capítulo jajaja
ResponderEliminareste jueves!!
EliminarAyns! Esto promete mucho *-* Lola va a estar entre dos bandos jiji Logan tiene pinta de ser un personaje de los que me gustan a mí, y Álvaro la fantasía de toda (o casi) adolescente ¡quiero saber ya más!
ResponderEliminarAndrea genial, seguro que nos da momentos divertidos ¿verdad, verdaaaaaad?
Espero el próximo capítulo con ganas!
Muuuuak
siii . gracias ana!
EliminarChloe como nos haces esto no nos puedes dejar asi asta el lunes. Me encanta el.personaje de lola tan joven y con tanto x vivir .vas a sacar cada semana uno??
ResponderEliminarDos a la semana. Los lunes y jueves. Lola tiene que ir madurando con la historia. Por ahora no ve mas allá de Álvaro y en los proximos capitulos la liará bien! no digo más jeje
EliminarComo empieza esto de fuerte !! Me gusta mucho los enfoques y la aparición de Logan descoloca . Esperare impaciente el próximo capitulo , menos mal que el lunes es fiesta y podremos leerlo en cuanto lo subas jejeje ;) Besoss
ResponderEliminarmañana! voy a publicar capítulos los lunes y jueves, así que mañana podéis leer el segundo capítulo! :D
Eliminarpor cierto Chole las fotos con los comentarios son lo mas jajajjajajaajjaja me parto de risa
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarwow¡¡¡¡ me ha encantado esta historia, Logan, Lola y El Profesor gracias, mañana a leer más
ResponderEliminarMe ha encantado este principio... Este trío promete. El profesor / vecino... ay, ay, ay. Logan que se quiere vengar de ella... Madre mía!!!!!
ResponderEliminarsigue leyendo que no ha hecho más que empezar jajajaja
EliminarSIGUIENDOTE...CARIÑOS!!! A LEER EL PROXIMO CAPITULO!!!! GISE
ResponderEliminarmuchas gracias :) espero que te enganche
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