martes, 18 de febrero de 2014

CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO UNO
“Clack clack clack”
Piso el embrague, giro la llave y vuelvo a intentar arrancar mi prehistórico Supercinco. El sonido del motor se clava en mis entrañas como si alguien estuviera masticando tornillos, o las uñas de mi profesora de sexto curso estuvieran arañando la pizarra de clase.
“Clack clack clack”
—No me falles ahora pequeño—le suplico al coche, lanzándole una mirada lánguida al capó, justo donde imagino que debe ir el motor. O eso creo. Para ser sincera no tengo ni idea de cómo diantres funciona un motor.  Aunque mi profesor de autoescuela no dijo que fuera necesario saberlo para  poder conducir.
A la tercera va la vencida, así que giro la llave y rezo para que el coche arranque. Mi destartalado Supercinco emite un sonido poco glamuroso, algo así como una vaca gimiendo en su último momento de vida. Lo sé por el humo negruzco saliendo del capó. Algo que no debe ser nada bueno, pese a mis nulos conocimientos de mecánica. Salgo del coche espantada y haciendo aspavientos con las manos, intentando disipar el humo que sale del capó. Lo abro y me quedo un rato mirando el mecanismo de piezas desconocidas para mi cerebro, tratando de desentrañar ese misterioso destino que siempre me persigue. El mismo por el que desde que tengo uso  de razón, he sido apodada “Sara problemas”. Esa cabeza a la que golpeaba el balón de futbol en el patio del recreo, o esa chica que vomitó en el discurso de graduación de la universidad por almorzar un burrito en mal estado.
Sigo regodeándome en mi mala suerte aún cuando corro camino hacia la primera boca de metro más cercana. Son las once y treinta y dos, y tengo una reunión con mi jefe a las once cuarenta y cinco. Si no quiero engrosar la cola del paro, y dudo que lo mío pueda denominarse “trabajo estable”, no puedo perder el metro.
Mis labios se curvan en una sonrisa triunfal en el momento en el que diviso la parada del metro de San Bernardo. Bajo las escaleras de tres en tres escalones, y observo entre el barullo de gente que entra y sale de la estación como el tren acaba de llegar a su destino. Corro con el corazón acelerado,  sorteando a las personas que ascienden por las escaleras, mientras tanto, saco el billete de mi bolsillo y me preparo para una rocambolesca carrera hacia mi destino. Tengo que llegar a la única entrada vacía que queda, meter el billete y colarme en el metro antes de que se cierren las puertas. Pero cuando llegar a fin de mes depende de esto, juro que ni Usain Bolt puede alcanzarme.
De un salto, me planto al final de las escaleras y corro como una posesa billete en mano. Lo introduzco en la ranura de la canjeadora y oigo el sonido de las puertas del metro anunciando que éstas van a cerrarse, por lo que apuro el movimiento de mis piernas en un desesperado intento por alcanzar el vagón. Me deslizo dentro del vagón justo antes de que las puertas se cierren en un movimiento tan abrupto que me hace recordar la caída de las afiladas cuchillas de una guillotina.
Suspiro aliviada y me muevo para encontrar un asiento. Entonces, algo tira de mi cuello y me retiene con la cara pegada a la puerta del metro. Literalmente. No puedo mover más que los ojos, y el vaho se forma en el cristal cuando suelto un suspiro de hastío. Mi bufanda se ha quedado atrapada por la puerta, y puedo observar como los flecos de lana vuelan con el vaivén del metro. Genial.
Me hago una idea de la imagen tan patética que debo tener, con la cara pegada  a la puerta del metro y sin poder mover la cabeza, pues la bufanda me está estrangulando.
Intentó quitarme la bufanda del cuello, pero entre lo apretada que está y el maletín que aferro con la mano derecha y que contiene mi nuevo reportaje, el cual ha sido el problema que me ha llevado a jugarme la vida para llegar al metro, aquello se convierte en una misión imposible.
Siempre tengo que correr para llegar a los sitios. A veces el despertador no suena, por alguna misteriosa razón del destino. Otras, hay un atasco en la carretera. Hoy, el coche ha decido jubilarse.
Forcejeo con la maldita bufanda para quitármela del cuello, mientras sostengo con la otra mano el maletín, debatiéndome entre dejarlo en el suelo o quedarme atrapada hasta la siguiente parada. Al final, decido que mi integridad física no vale tanto como el fajo de billetes que voy a recibir por el reportaje y que me ayudará a pagar mi parte del alquiler.
Me cruzo de brazos y me propongo esperar con toda la dignidad posible, al menos toda la dignidad que me queda en una situación tan patética, a los tres minutos de rigor que dura el trayecto.
Cuando he aceptado que mi nariz se quedará como la de la cerdita Peggy y que tendré que ahorrar para someterme a cirugía estética, unas manos fuertes me rodean el cuello y tiran de la bufanda.
¿Van a estrangularme en el metro?
—No te muevas—ordena una autoritaria voz masculina.
Yo obedezco mientras intento escrutar al desconocido que me está ayudando. Sus manos fuertes y cálidas estiran la tela y hacen un hueco por el que pasa mi cabeza.
—Ya está.
Siento un gran alivio cuando la asfixiante bufanda deja de apretarme el cuello. Agradecida, me doy la vuelta para darle las gracias a mi misterioso salvador.
Las palabras se atragantan en mi garganta cuando lo veo.
—Gracias—logro balbucear, con un hilillo de voz.
Es el tipo más atractivo que he visto en toda mi vida. Tiene la piel morena, el cabello oscuro y centelleantes ojos verdes que me miran fijamente. Las facciones de su cara son fuertes; la barbilla cuadrada y la nariz aguileña. Es alto, sobrepasa el metro ochenta, de espaldas anchas y complexión atlética. Viste un oscuro traje y una camisa azul marino que evidencian una elegancia innata.
Aquel hombre es la mezcla entre un modelo de Giorgio Armani y un triunfador hombre de negocios con aspecto de conseguir todo lo que quiere.
Me paso la lengua por la boca seca, y siento como las pulsaciones se me aceleran.
— ¿Estás bien?—me pregunta, y por primera vez reparo en un acento norteamericano que le da un punto misterioso a su seductora presencia.
—Sí—logro decir.
El hombre no aparta los ojos de mí, como si me estuviera estudiando tal cual hace un felino con su próxima presa, lo que llega a intimidarme un poco. Es la clase de persona que desprende autoridad y seguridad innata en sí mismo.
Me pregunto qué hace aquel hombre tomando el metro. El traje, sin duda, debe costar más de lo que yo gano en un año.
— ¿Le pasa a menudo?—me pregunta él, dejando entrever una ligera diversión que hace brillar sus ojos, de un intenso tono verde como el de una esmeralda.
—No, claro que no—replico algo molesta por lo nerviosa que él me pone.
No logro entender por qué este extraño me fascina de una forma que llega a cohibirme.
—Tiene que ser importante—dice, desviando la cabeza hacia mi bolso.
Dejo de apretarlo con tanta ferocidad.
—Sí, para mí sí.
El hombre me dedica una sonrisa formal.
—Es mi parada—señala la puerta que comienza a abrirse, y yo me aparto para que pueda pasar. Él agarra la bufanda antes de que caiga al suelo y me la entrega.
—Tenga cuidado. Hasta la próxima.
— ¿Hasta la próxima?—pregunto inquieta.
El hombre esboza una sonrisa enigmática y sale del vagón.
Lo contemplo desaparecer entre la multitud, y una extraña y absurda sensación de pérdida me invade. Supongo que tanto tiempo sin sexo me está volviendo loca. Aún así, no puedo dejar de sentirme fascinada por ese misterioso hombre durante el resto del trayecto.



9 comentarios:

  1. Promete mucho Chloe, voy a intentar comprarlo. ¿ sólo está en Amazon?

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  2. Hola Claudia. Sí está en Amazon a un precio promocional de 1,05€. Ya me contarás, qué lo disfrutes! Gracias :)

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  3. Por cierto, dejo por aquí los links de compra. Muackkk! <3

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  4. Lo estoy leyendo y me esta encantando!!!!!! Enhorabuena Chloeeeeeeeeeeee

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  5. Me encanta ;) ya quiero leerlo completo, es cierto que engancha desde el primer capitulo porque a mi me acaba de ocurrir.

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  6. hola he leído el libro y me ha encantado , para cuando el segundo no nos hagas esperar mucho

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  7. Hola Elena! Ante todo, gracias por tu comentario. Me algero muchísimo que hayas disfrutado de mi libro. La segunda parte no tiene fecha de publicación. La estoy terminando y saldrá lo antes posible. Un beso, y de nuevo, mil gracias!!!

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